Clases extra
Los documentales sobre las guerras mundiales constituyen un recordatorio de los horrores causados por las dos grandes contiendas del siglo XX
Los documentales sobre las guerras mundiales aparecen y reaparecen desde hace muchos años, y no hay mucho que objetar a esa reiteración en las cadenas públicas, privadas, abiertas y de pago. No molestan porque constituyen un recordatorio de los horrores causados por las dos grandes contiendas del siglo XX. El último episodio, el jueves pasado en La 2: Objetivo Bakú, sobre pozos petrolíferos rusos durante la invasión de la URSS por Hitler.
Los estrenos escasean porque casi todo está dicho sobre el imperio austrohúngaro, la vida en las trincheras, Stalingrado o el holocausto, pero siempre resulta interesante repasar los aspectos políticos, humanos y económicos de cualquier conflicto bélico. Salvo honrosas minorías, la ignorancia histórica de las nuevas generaciones es pavorosa. No es culpa suya, pero la muchachada necesita clases extraordinarias. Los documentales atractivos pueden ayudar a impartirlas.
Además de transigir con el rebobinado sobre la I y II Guerra Mundial, debe exigirse más al canal Historia, pese a que no debe ser fácil ni barato ofrecer novedades las 24 horas del día, ni programar espacios de calidad sobre la edad Antigua, Media, Moderna y Contemporánea, o sobre acontecimientos y personajes trascendentes. Lo mejor, a cuentagotas, llega por #0
Si no hay calidad disponible, mejor tirar de archivo, desempolvar reliquias sobre Roma, Egipto, Cartago o el Sha de Persia, que sufrir la metafísica barata de buena parte de la serie Alienígenas, las elucubraciones acerca del ADN de Jesucristo, y las series sobre subastas de trasteros. En Wisconsin deben gustar mucho.
El canal Historia debiera superarse, siquiera por patriotismo, pero como la televisión es espectáculo, y no el Ministerio de Educación, pues casi todo es espectacular en la parrilla de Odisea, A&E, y más sañudamente en DMAX y DKiss, con Mi vida con 300 kilos, Urgencias bizarras Desastres estéticos, y otras truculencias. De vez en cuando entretienen porque no sólo de ilustración vive el hombre.
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