Un contubernio burlesco
Krasznahorkai ha escrito un cautivador contubernio burlesco a la vez que un ejercicio de metafísica de taberna y de lóbrega distopía
Susan Sontag y W. G. Sebald ya aclamaron a László Krasznahorkai señalando el ascendiente de Gogol en su obra. Alrededor de 30 años antes de que publicara Y Seiobo descendió a la Tierra, una de sus mejores novelas, y antes de que recibiera el Man Booker International, Krasznahorkai deslumbró con Tango satánico (1985), su ópera prima, un libro extraño que relata la convivencia y la connivencia de un puñado de seres humanos confinados en una tierra desapacible y condenados a una vida miserable en la que el apocalipsis es un hecho cotidiano. Futaki, Schmidt, la señora Halics o Irimiás, tipos lerdos, cojos, taimados, sobreviven a la vana esperanza y a la certeza del mal augurio. Conversan, discuten y se desplazan dentro de los límites de “la explotación”, el espacio mítico que el narrador construye para recluir a sus personajes, una Yoknapatawpha más lluviosa y claustrofóbica en la que se procede con sigilosa precaución, cercana al mundo del Buzzati de El desierto de los tártaros, con el que también comparte la creación de espacios físicos remotos y malsanos. Se advierten trazas de humor kafkiano y, habida cuenta del ambiente enrarecido y absurdo, más de un lector pensará en el Beckett de Molloy.
Esta novela ya encarna la melancolía de la resistencia que da título a la primera obra del autor húngaro traducida al castellano. Krasznahorkai ha escrito un contubernio burlesco a la vez que un ejercicio de metafísica de taberna y de lóbrega distopía; un texto opresivo, dialógico y teatral en su composición, capaz de anunciar constantemente acontecimientos que jamás llegan, y no obstante, lejos de frustrar al lector, lo cautiva con esa prosa milimétrica diseñada, en fantástica paradoja, para no concretar nada. En realidad, en Tango satánico, novela circular que empieza y acaba con el temor de un hombre a las campanadas que escucha bajo un edredón, no sucede nada y sin embargo no hay lugar aquí para la tranquilidad: “Podría ocurrir cualquier cosa. Sin embargo, nada se movió”. Presentimientos, reproches, rencores, los siete pecados capitales de la ruina moral, hastío, tiniebla y desazón. Solo la luz de la literatura tragicómica de Krasznahorkai ilumina las atormentadas vidas de sus criaturas de ficción deambulando a tientas por el paisaje de nuestra decadencia.
Tango satánico. László Krasznahorkai. Traducción de Adan Kovacsics. Acantilado, 2017 302 páginas. 22 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.