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Columna
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Calidad

Ángel S. Harguindey
'Shameless'.
'Shameless'.

Hay series calificadas por los expertos "de culto" cuando en realidad quieren decir "minoritarias" y que, sin embargo, la continuidad en las televisiones año tras año desmienten tal calificación. Es el caso, por ejemplo, de The Big Bang Theory (11 temporadas) y, sobre todo, Shameless, la desgarrada historia de la no menos desgarrada familia Gallagher y de la que ahora Movistar + exhibe su octava temporada, un caso sorprendentemente exitoso puesto que la descripción de la familia deja a Charles Bukowski, por ejemplo, en la categoría de boy scout.

Y siendo como es sorprendente su aceptación popular -la serie es uno de los buques-insignias de la cadena Showtime-, lo es más si tenemos en cuenta que es una versión estadounidense de la serie homónima británica, adaptada, eso sí, por John Wells, uno de los talentos que crearon El Ala Oeste de la Casa Blanca.

Los estudiosos del arte suelen señalar que los grandes artistas alcanzan su mayor grado de libertad creativa en la etapa final de sus vidas. Trasladada esta teoría al caso de Shameless se confirma su veracidad. La octava temporada de la serie es, probablemente, la mejor de todas. Los guionistas han alcanzado tal grado de dominio de los personajes y de las situaciones en las que sobreviven que consiguen con su oficio una descripción espléndida de la vida en los tiempos de Trump y repleta de un humor inteligente. No dejan títere con cabeza: desde los especuladores inmobiliarios al racismo o a los inmigrantes ilegales sin olvidarse de las modas y modos de los nuevos hábitos sociales occidentales, el budismo o las brutales desintoxicaciones de los yonquis adinerados.

Naturalmente, las andanzas por Chicago de Frank Gallagher y sus seis hijos no habrían alcanzado calidad sin unos actores extraordinarios, con el patriarca William H. Macy a la cabeza y arropado, entre otros, por una magnífica Emmy Rossum. Alabada por la crítica desde su primera temporada, Shameless mantiene un nivel excepcional.

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