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Columna
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Cacería

'Diana y los paparazzi', emitido esta semana, aborda el desarrollo de un cuento de hadas devenido en tragedia porque el interés por su protagonista se hizo obsesivo y universal

Juan Jesús Aznárez

El cuadro clínico de las perturbaciones mentales que transforman a seres humanos en torturadores o asesinos no estará completo mientras no incorpore en sus conclusiones la sesera de los fotógrafos que persiguieron a Diana de Gales durante 17 años. “Era horrible. Los paparazzi le gritaban cosas como “¡gírate puta, necesito el dinero!”, confesó la editora de uno de los tabloides que compraba sus fotos.

Los humanoides que buscaban su cuerpo entre la chatarra del Mercedes donde perdió la vida pedían a sus colegas que no llamaran a la policía para ganar tiempo y fotografiar a los moribundos. Los gendarmes franceses detuvieron a varios.

El recordatorio Diana y los paparazzi, emitido esta semana, aborda el desarrollo de un cuento de hadas devenido en tragedia porque el interés por su protagonista se hizo obsesivo y universal. Los datos y declaraciones contenidas en el documental de Movistar + ayudan a descifrar el fenómeno.

La fotografía del beso en alta mar con su novio alcanzó las 270.000 libras esterlinas. Poco importó que estuviera desenfocada, y la textura, demasiado granulada. Nunca la caricia de un famoso se había cotizado tanto, ni los límites entre lo público y lo privado se trasgredieron tan sañudamente.

La opinión pública sentenció a los medios de comunicación mientras saboreaba sus contenidos: fueron los verdaderos culpables de su muerte porque pagaban barbaridades a los paparazzi, sin códigos deontológicos y organizados en partidas para capturar la presa.

El documental recoge el juicio de editores, fotógrafos y amigos sobre una mujer que también aprendió a utilizar a sus acosadores; cuando era princesa, para publicitar su perfil humanitario; después, para otras cosas. Queriendo celar a un antiguo novio, pactó un posado en traje de baño.

El documental invita al debate. “Si invitas a la prensa y le das demasiado, no se marchará cuando tú quieras. Acabará mordiéndote”, subrayó quien fuera su secretario. Tras el divorcio, ya no servía una foto más de Diana. Mejor llorando o enfadada: “¡Gírate puta!”.

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