‘Supervivientes’ o cómo perder el tiempo
Lo complicado es pensar y tratar de entender por qué este reality tiene tanta audiencia y es un éxito. Pero temo que la respuesta sea aterradora
Supervivientes es ese concurso-reality-programa-mediaparrilladetelecinco en el que para sobrevivir en una isla supuestamente desierta sus concursantes comen jamón, beben bebidas isotónicas, reciben las visitas de sus madres y llevan a cabo la gran final con sus peligrosísimas pruebas de vuelta en España, en el confort de un plató de televisión, lejos de los riesgos e incomodidades de la jungla, de las playas llenas de bichos, de los traicioneros mares. Eso sí, vestidos con tres harapos, como si todavía estuviesen en la isla. Supervivencia pura.
Voy a ir a lo fácil, que es echar pestes de un programa espantoso. Lo complicado sería pensar y tratar de entender cómo Supervivientes tiene tanta audiencia y es un éxito. Pero temo que la respuesta sea aterradora. Aunque sí, Telecinco sabe hacer estos programas muy bien, sabe explotarlos, conoce los mecanismos ideales para enganchar al público y para crear una cantera de personajes para poblar su parrilla. Tiene mérito. Incluso aunque algunos participantes ya sean veteranos de realitys-concursos como Gran Hermano o MasterChef, con todo el bagaje que traen consigo. Y tiene a un conductor en Jorge Javier Vázquez que sabe manejar el gallinero como nadie, con sus bromas chuscas y salidas de guion para malmeter incluidas. En serio, es el mejor profesional para este programa.
Que sí, que el programa es un éxito, que lo ven millones de personas (anoche fueron 3.441.000 espectadores con un 33,1% de cuota de pantalla), que por algo será. Que den los motivos los sociólogos, psicólogos y demás, porque a mí se me escapa que triunfe. La gala de la final del jueves por la noche-madrugada (acabó a las 02.00, pero estábamos todos despiertos y risueños) tuvo todo lo que desespera de Supervivientes. Pero lo que de verdad exaspera son los tiempos. Todo se hace lento, pesado, repetitivo, con demasiadas pausas publicitarias. Pausas que incluso se permiten el lujo de introducir en medio de una prueba para determinar quién pasa a la final. Lo de menos es el concurso. O en el momento de anunciar quién está eliminado y quién sigue. Algo que Mercedes Milá ya hacía con maestría, y con la misma desesperación para el espectador, en Gran Hermano.
Al final todo quedó entre el que sería el vencedor, José Luis, el chef bonachón de MasterChef y Alba Carrillo, de profesión, personaje de Telecinco, que incluso trató de dejar el programa tras una pelea hace semanas con Laura Matamoros, ahora amiguísima y tercera en el concurso. A uno lo acusaron de pedir a compañeros en la isla fuera de cámara que dejaran de hacer cosas para que no hubiese contenido que grabar y el programa terminara antes. La otra siguió diciendo grandes frases a sus colegas finalistas como "he estado con vosotros más que con la mayoría de mis novios". Iván, el cuarto en el concurso, también tuvo respuestas agudas y elaboradísimas cuando Jorge Javier le dijo que le veía muy delgado y consumido. El joven se dirigió a las mujeres del plató con un, "a ver chicas, estoy soltero, algo me comeré, ¿o no?". Y ojo, no me meto con la simpleza de estos pensamientos. Que para eso ya estaba la propia organización del concurso con pruebas de cultura general en la isla para luego publicar en su web frases como '¡Suspenso!: el 'CocoQuiz' saca a relucir las carencias culturales de los concursantes'. Ante todo, respeto por sus participantes.
Lo mejor de la noche fue la aparición de Pepón, el simpático perro de uno de los concursantes, y ese momento en el que cuando apareció el can en pantalla la realización puso un cartel en el que se anunciaba que Pepón era un perro. Y luego Jorge Javier tuvo la delicadeza de decirle al mismo concursante que le iría mejor en la vida si leyera algún libro o viera alguna película. Todo al nivel del CocoQuiz. Pero disculparemos al presentador, que estaba tan nervioso que se pasó toda la noche (y en algún programa más) confundiendo los nombres de Alba y Lara para gran alegría de ambas.
Anoche perdí cuatro horas de mi vida que podía haber dedicado a otra cosa. No sé qué pensarán el resto de los 3.440.999 espectadores. Pero oye, que cada uno pierda el tiempo como le de la gana. Iluso de mí, me acabo de dar cuenta de que el título de Supervivientes no es por los concursantes, es por los espectadores.
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