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Columna
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Violencia

La serie 'Southcliffe' profundiza en el conocimiento de las contradicciones de la sociedad en la que vivimos con un añadido: no es apta para estómagos sensibles

Ángel S. Harguindey

Hay una televisión del entretenimiento y hay otra que profundiza en el conocimiento de las contradicciones de la sociedad en la que vivimos. Southcliffe, una serie británica cuya primera temporada es de cuatro capítulos (Movistar) pertenece al segundo grupo, con un añadido: no es apta para estómagos sensibles.

La apacible vida de un pequeño pueblo en las marismas del norte de Kent salta por los aires en 24 horas. Uno de sus lugareños, Stephen Morton, un solitario exmilitar al cuidado de una madre paralítica y al que nadie en el pueblo toma en serio desde su infancia, decide romper con lo establecido en su particular día de furia: 15 vecinos asesinados, incluida su propia madre. Y todo ello en el primer capítulo.

La inteligencia de Tony Grisoni, el guionista, y la brillante realización de Sean Durkin, con un sorprendente uso de los flashbacks, llevan a cabo lo que parecía un reto imposible: captar el interés del espectador y acrecentarlo en el capítulo siguiente sin que tengamos que descubrir quién es el asesino. No es una serie de intriga. Es, básicamente, un ejercicio de estilo de una radiografía social en la que se indaga con un ritmo pausado en las posibles causas de una situación límite, situación, por otra parte, que forma ya parte del paisaje contemporáneo: ahí están desde Puerto Hurraco a los institutos estadounidenses, una violencia psicopática cotidiana al margen del terrorismo profesional que encuentra en las masacres indiscriminadas su válvula de escape.

Como no podía ser de otra forma, Southcliffe, cuenta con un reparto coral acorde con la inagotable cantera de intérpretes británicos, con un Sean Harris a la cabeza en el papel de un asesino en serie que apenas cruza una docena de frases con sus convecinos. Un entorno rural aparentemente idílico que encierra un polvorín en cada esquina y que un canal de televisión como Channel 4, responsable también de esa extraordinaria Black Mirror, es capaz de programar.

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