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Columna
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Mentiras

'Big Little Lies' es una excelente serie que trasciende los problemas cotidianos de la convivencia

Ángel S. Harguindey
Cartel de 'Big Little Lies'.
Cartel de 'Big Little Lies'.

Big little Lies es la constatación del paso del tiempo y, con ello, de los problemas y preocupaciones actuales en el seno de un confortable y acomodado segmento social. Si entre 2004 y 2012, la cadena ABC mostró al mundo en la serie Mujeres desesperadas la vida cotidiana de cinco mujeres en Wisteria Lane, zona residencial situada en la imaginaria ciudad de Fairview, Eagle State, en abril de 2017 es HBO quien nos describe la vida de cuatro mujeres en la muy real Monterrey, en el norte de California, con sus grandes pequeñas mentiras.

Un reparto de lujo: Reese Witherspoon, Nicole Kidman, Shailene Woodley y Laura Dern, todas ellas extraordinarias en sus respectivos papeles, desde la violada Woodley, a la maltratada Kidman, la prepotente Dern o la absorbente Witherspoon; un paisaje constante, el Pacífico con sus doradas arenas y sus inquietantes acantilados, y un amplio surtido de los sentimientos humanos, desde la amistad y la solidaridad a la humillación, el acoso, los celos y los malos tratos. Y entre unos y otros, los hábitos de una sociedad de alto standing en la que, al parecer, los terapeutas matrimoniales son una profesión indispensable.

Siete capítulos narrados con un ritmo pausado que se acelera según se acerca el final y que nos describe con una mirada carveriana lo que ocurre dentro de unos casoplones espléndidos que no pueden ocultar las mezquindades y miserias de sus habitantes, sus grandes y pequeñas mentiras, la rebeldía de los adolescentes, la inseguridad permanente de sus padres, el ansia femenina de potenciar el espíritu grupal frente al macho que, al menos en este caso, es, básicamente, un adminículo decorativo cuando no un producto tóxico.

Una excelente serie que trasciende los problemas cotidianos de la convivencia y nos sumerge de lleno en la América de quienes, probablemente, no votaron a Donald Trump pero aceptan ese malsano principio de que el éxito justifica el abuso y la dominación.

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