Rosa Barba: “El paisaje es como una página en blanco”
La artista italiana instala en el parque madrileño del Retiro una obra performativa activada y conducida por el sol. Toda una experiencia cinematográfica sobre la poética del tiempo
Tiene debilidad por los márgenes y el punto de partida de sus obras radica en aquello que ocultan sus localizaciones. Rosa Barba (Agrigento, Italia, 1972) trabaja con dar y quitar información, ofreciendo varias capas de lecturas y mensajes cifrados entre las imágenes de sus películas y esculturas. Su medio es el cine y el material de trabajo es la historia, la geopolítica y la literatura, en especial la de J. G. Ballard y sus vívidos mundos imaginarios, sus sociedades disfuncionales y su naturaleza quebradiza y caótica. A menudo, también ella apela a cierta dicotomía y a un discurso deliberadamente incoherente para generar diálogos no cerrados sobre realidades o irrealidades contemporáneas y futuras. En esos relatos, nada es literal. El espectador está llamado a adivinar, suponer y establecer relaciones entre historias mediante hipótesis. Unas veces, edita los espacios como si fueran películas y convierte el celuloide en escultura. Otras, usa subtítulos sin imagen y convierte marcos blancos en signos de puntuación, como la rima interna de una canción.
Varios bucles aparecen también en el Palacio de Cristal en el madrileño parque del Retiro, donde Rosa Barba llega tras inaugurar la mayor revisión de su trabajo hasta la fecha en HangarBicocca de Milán, con From Source to Poem to Rhythm to Reader, una coproducción con el CAPC de Burdeos y Tabakalera de San Sebastián, donde la exposición llegará en 2018. También en el Retiro propone una lectura rítmica y una poética del tiempo. Las fechas aquí son importantes. La primera es el 17 de mayo, día de la inauguración, aunque sus Registros de tránsito solar aparecerán de manera especial el 14 y 28 de junio, el 12 y 26 de julio y los días 9, 23 y 27 de agosto, día de cierre.
PREGUNTA. Háblenos del sentido de esas líneas de tiempo.
RESPUESTA. Es una instalación específica muy relacionada con la arquitectura y el paisaje del Retiro, una obra performativa activada y conducida por el sol. En cierto sentido, se convierte en otra experiencia cinematográfica. Bajo el vasto techo de cristal se muestran nueve grupos escultóricos, condensando el espacio, cada uno de ellos elaborado por elementos del vocabulario del Palacio, en una suerte de descomposición de su piel arquitectónica. Estos dibujos espaciales están realizados con ligeras líneas metálicas y placas de vidrio templado, con colores de filtros de película, y se reflejan en el pavimento a través de imágenes tridimensionales proyectadas y animadas por el sistema solar, que se convierte en la materia prima para una película especulativa. Los paneles de vidrio sirven como dispositivos ópticos y hacen del Palacio una gran sala de proyecciones.
P. En uno de sus trabajos recientes, The Color Out of Space (2015), la voz de un astrónomo recuerda que “estamos observando la sombra de algo que no existe”…
Trato de mostrar la tensión entre ciertos aspectos sociales y políticos. No planteo cuestiones críticas: busco inventar una utopía
R. Muchas de mis películas, más o menos narrativas, rastrean el tiempo a través de sistemas particulares, buscando la manera más sencilla de contar historias muy complejas, como, por ejemplo, la temporalidad de un rayo del sol sobre un espacio concreto. Siempre pienso en el tiempo como una losa llena de capas, como periodos apilados unos sobre los otros, y me interesan los momentos fugaces que no entran en la historia, los que no han sido reclamados ni procesados todavía. El uso de la cámara en las películas me permite algo así como “cerrar el tiempo”, especialmente cuando grabo espacios abiertos, donde el tiempo parece existir sin cesar, en todas direcciones. Una vez que me pongo tras la cámara, siento que el proceso de captar el tiempo requiere una perspectiva específica. Es casi tridimensional. Así que, pese a trabajar habitualmente con celuloide, analizo siempre el resultado como una escultura.
P. Sus obras parecen rozar la utopía. ¿Es un lugar cómodo?
R. En mi trabajo reinterpreto la realidad en una dirección determinada para tomar decisiones muy personales. Trato de mostrar la tensión entre ciertos aspectos sociales y políticos, aunque no planteo cuestiones de pose crítica; lo que intento es inventar una utopía. Muestro un conjunto de mecanismos políticos y sociales contra los mecanismos técnicos que, a su vez, son bastante frágiles. La paradoja resultante de esa tensión es usada para plantear una solución utópica a un problema, una especie de magia que detiene el tiempo y ofrece visiones ralentizadas de aspectos diferentes y ocultos de la realidad. Indago mucho en cómo integrar una idea ficticia en mi entorno y hacerla parte de él. Siempre me ha fascinado el paisaje y las posibilidades que abre. Islas, desiertos, hangares… A veces, el paisaje se convierte en pantalla fílmica. Los utilizo como documentos, como páginas en blanco. Un lugar cómodamente incómodo.
P. Su exposición en Milán apela directamente a un lector. ¿Qué papel tiene?
R. El título, From Source to Poem to Rhythm to Reader, juega con las ideas centrales que circulan en todo mi trabajo. Me interesan las fuerzas invisibles que relacionan nuestra sociedad presente y futura con los conocimientos y la memoria del pasado. De algún modo trato de decir: en ningún lugar de este universo hay ningún olvido. La puesta en escena en HangarBicocca se produce, principalmente, con formas cinematográficas amplificadas. He jugado con un espacio muy fragmentado y he abierto la puerta al exterior. También aquí el edificio se convierte en un mecanismo de proyección en sí mismo, donde las obras juegan con distintas formas espaciales, tecnológicas y de duración. Activar esos elementos en el espacio supone una metamorfosis que busca reflexionar sobre la idea de receptor/lector. Al final es él, el espectador, quien activa los huecos y dispara nuevas capas de lectura. Es el único que permanece en territorio estable, el que está en el centro de todo.
Rosa Barba. ‘Registros de tránsito solar’. Palacio de Cristal. Parque del Retiro. Madrid. Del 17 de mayo al 27 de agosto.
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