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Columna
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Libertad

El miércoles por la noche, el expresidente Aznar afirmaba en Telecinco que asistiría a la cumbre de las Azores una, cien y cien mil veces en defensa de la libertad

Ángel S. Harguindey
José María Aznar en el programa de Bertín Osborne.
José María Aznar en el programa de Bertín Osborne.

El miércoles por la mañana los medios dejaban constancia del brutal ataque con armas químicas registrado en Jan Sheijun (Siria), sin especificar si la responsable de la barbarie fue la aviación rusa o la del presidente Bachar el Asad. Ya por la noche, el expresidente Aznar afirmaba en Telecinco que asistiría a la cumbre de las Azores una, cien y cien mil veces en defensa de la libertad, una respuesta curiosa a la vista de todo lo que sucedió desde aquel 2003 en el que los tres mandatarios, Bush Jr., Tony Blair y el propio Aznar lanzaron un ultimatun a Sadam Husein sobre una mentira: la existencia de armas químicas en Irak, que sí existen en Siria.

Lo que ocurrió fue que no sólo no se defendió la libertad, sino que se catapultó al terrorismo y se recortaron las libertades en el llamado Primer Mundo tras los atentados del 11-S, sin obviar el detalle de que la empresa petrolera y de servicios Halliburton estuvo negociando con Irak, Irán y Libia desde que el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, era su máximo directivo, y consiguiendo contratos de más de 5.000 millones de dólares en Irak.

Los informativos del martes destacaban la dimisión del presidente de Murcia que, en su discurso de despedida, tuvo a bien informarnos de que dimitía "para salvar a la región de Murcia del tripartito", por mas que Ciudadanos había dejado claro que no formaría Gobierno con Podemos. Lo que no dijo es que la dimisión se producía un día antes de la moción de censura y un día después de que el juez Eñoy Velasco pidiese en un auto al Tribunal Superior de Justicia de Murcia que le investigara por tres delitos en el caso Púnica. Los dirigentes populares hablaron de la presunción de inocencia al mismo tiempo que calificaban de injusticia las imputaciones, es decir, que al juez sí le correspondía la presunción de culpable.

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