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¿por qué creer en los libros?

Trotta, la editorial de los mil libros

Los responsables de la editorial Trotta y la librería Pasajes de Madrid explican su trayectoria

Alejandro Sierra, editor de Trotta, y Charo de Pablos, responsable de la librería Pasajes.

La librería Pasajes y la editorial Trotta son las dos cabezas de un monstruo —uno de los buenos— dedicado a proteger determinadas obras. Un animal libresco que nació en 1990 sin demasiadas pretensiones (según su editor, Alejandro Sierra) pero que venía a cubrir cierta demanda editorial: “Por aquella época, algunas editoriales que publicaban libros de ensayo, de pensamiento o política dejaron de hacerlo por motivos económicos. Pensamos que sería sensato tomar el relevo de estas editoriales y constituir un programa de publicaciones de ensayo en torno al libro del pensamiento”, revela el editor. Bajo el lema ¿Qué significa pensar?, la palabra Trotta no significa nada en especial: “Es un nombre que se pronuncia fácilmente y sin ningún significado concreto, lo que le añade un cierto misterio. Es como el nombre que piensas para un animal en casa”, relata Alejandro, mientras concluye con un dato que no es menor: “Además, es el apellido de mi familia”.

Trotta es una editorial de ensayo en la fórmula de pequeña empresa autónoma e independiente, “entendiendo este término como una empresa que no tiene que publicar de manera compulsiva libros que no considere notables o imprescindibles”, remata Sierra. Esos libros se centran en seis grandes pilares: derecho, ciencia política, filosofía, religiones, clásicos y “un poquito de poesía”, explica el editor. Entre ese poquito de poesía se encuentran la docena de poemarios de Ernesto Cardenal y otros tantos de Paul Celan; en derecho, sin embargo, es fundamental la línea de tradición italiana con nombres como Luigi Ferrajoli, Andrea Greppio o Piero Calamandrei; en filosofía deslumbran nombres propios como Habermas, Heidegger, Wittgenstein o Kierkegaard. “Gente de fiar”, resume Sierra entre risas.

En los inicios, la editorial pensó tener una única colección que, de modo natural, se iba separando a medida que iban tocando distintas materias: “Teníamos la pretensión de que hubiese un hilo conductor de lectura, de manera que alguien que se interesase por un libro jurídico también pudiera tener interés por un libro de religión. Esa pretensión de unidad, de un árbol que se va abriendo en ramas, la mantenemos todavía”, confirma Sierra, que revela algo esencial: “Por suerte, no hemos tenido ningún best seller”. Aunque sí algo parecido: “En el año 1991 hubo una corriente de información que explicaba que se habían descubierto una serie de papeles en el desierto de Judea que contenían noticias interesantes y que darías la vuelta a la historia. En Trotta publicamos la primera edición mundial de El significado de los rollos del Mar Muerto. Entonces éramos tres personas en la editorial y aquello generó una inquietud y una ambición que fue el catalizador que dio cierta fama a la editorial”.

Después llegó la librería o, lo que es lo mismo, una época de investigación y laboratorio: “Una librería para un editor es un laboratorio, un lugar de observación muy importante. En una librería, el libro llega a su destinatario, al lector, y eso hay que analizarlo”. En Trotta sabían que teniendo una librería, es decir, montando un laboratorio en casa, sería más sencillo afinar con sus publicaciones. Y casi como un agente que juega con probetas, pipetas, balanzas y tubos de ensayo, Sierra detectó el proceso primario por el que un lector se hace con un libro: “Cuando un lector se acerca a un libro, posiblemente se vea llamado por el título, el autor, el diseño o la editorial. El lector toma el libro, lee el texto de la contracubierta. Si el texto no es muy engorroso ni muy obvio, por lo general entra en el texto. Después examina el papel, ve el tipo de letra, el tamaño, el espacio entre las líneas, los márgenes —que pueden ser generosos o raquíticos—. Si todavía en ese momento sigue con el libro en la mano, ve el precio y no lo suelta inmediatamente, y además se va acercando poco a poco a la caja, podemos decir que ahí, en ese instante, termina una fase de observación que es parte del trabajo del editor”.

Es entonces cuando se produce un primer milagro: alguien compra un libro. El segundo, el que ya no puede observarse con tanta facilidad, es el milagro de que se lea el libro comprado. Así pues, la librería Pasajes —situada en la antigua y mítica librería Turner— es un laboratorio para Trotta: “La librería ha ido sufriendo las consecuencias de la crisis económica y también la irrupción del libro electrónico, aunque en menor medida”, explica su responsable, Charo de Pablos, “la pantalla ofrece frialdad, mientras que con el libro interactúas más”, concluye. Tienen una clientela variopinta pero ciertamente de prestigio —periodistas, profesores de universidad, alumnos, directores de cine, actores, etc.— y una variedad de material: libros de idiomas, de pensamiento, de poesía, de narrativa... Cada uno de los 18 libreros que están presentes en Pasajes tiene sus propias debilidades. Lo que no cambia es la venta permanente durante los últimos cuatro años de un libro fetiche para ellos: Biografía del silencio, de Pablo D' Ors (Ed. Siruela).

Tras mil libros publicados y más de 25 años dedicados a los libros, resulta casi impertinente preguntar a Charo y Alejandro si debemos creer en los libros: “Claro que sí, los libros te salvan del naufragio de la vida”, afirma la primera convencida, como si estuviera pronunciado una auténtica certeza que ya hubiera analizado en su laboratorio, es decir, en su librería.

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