_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Madama

Los fabricantes de contenidos no necesitan devanarse la mollera para encontrar en el sexo material

Juan Jesús Aznárez

Los fabricantes de contenidos no necesitan devanarse la mollera para encontrar en el universo del sexo material suficiente para estrenar series atrayentes o bodrios en bragas y calzoncillos. El argumento del último servido por DKISS, titulado Desnúdame, emitido primero en Reino Unido e Italia, es sofisticado: se junta a dos personas en ropa interior en una cama diciendo sandeces durante 30 minutos, y a ver si nace el amor.

Como tampoco es tomista el diálogo de las beldades que mariposean en Cita en pelotas y otros espacios que debieran difundirse sin sonido pues sólo ofrecen el soliloquio de solomillos y jarretes, únicamente queda huir de la vacuidad mediante la evocación de material más valioso. A ella me encomiendo para confesar mi participación en el mundo de la entrepierna en calidad de escucha.

Me ocurrió en la corresponsalía de Buenos Aires. Los responsables de la sección me llamaron para preguntarme si había algo en la programación argentina que me llamara la atención. Lo había: una madama con burdel en Punta del Este impartía clases de sexualidad hacia las diez de la noche. “Nos interesa. Entrevístala”.

Antes de hacerlo seguí el programa durante varios días. Trasmutada en terapeuta, la meretriz aconsejaba a las parejas desembarazarse de los tabúes, ser creativas y aplicar mañas y atrevimientos de común acuerdo. Hasta ahí todo pío y razonable.

El día convenido me acerqué a los estudios y hablé con ella largo y tendido. Cerrado el capítulo de respuestas publicables, abordamos las no publicables: las preferencias y peticiones de los clientes del lupanar. Escuché cosas que no creeríais. Días después, haciendo zapping, volví a verla enarbolando el periódico, con su magisterio dignificado, feliz. “¡Hemos salido en El País!”, anunciaba señalando la página. Salió pero no como yo hubiera querido. Ella se había dejado desnudar en la entrevista y yo la abrigué en la reseña. Me quedé a medias, como los pipiolos de DKISS.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_