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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

‘Juego de tronos’, el camino a la resurrección

La sexta temporada comienza con todos sus protagonistas hundidos en la miseria

Álvaro P. Ruiz de Elvira
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Y en sus horas más bajas les encontrarás. Pero siempre dispuestos para resurgir. El inicio de la sexta temporada de Juego de tronos (Game of Thrones) es todo lo que pensábamos que iba a ser desde hace casi un año. La emoción desbordada y puede que desmedida del reencuentro con la serie más espectacular de la televisión actual se ha contrapuesto con la sensación de decepción por apenas ser testigos de cortos vistazos a cada personaje, a cada lugar. Y esto se ha mezclado con la no resolución del debate sobre el estado de Jon Nieve. Sí, tal y como parecía hace un año, su cuerpo está muerto. Y sí, todavía hay dudas de si resucitará de alguna forma.

El capítulo La mujer roja es el inicio clásico de una temporada de Juego de tronos, de recolocación de piezas en el tablero, que parece quedarse a medias y no contar mucho, aunque esta vez la acción comienza en el mismo momento en el que se quedó, sin elipsis alguna. Todos están en el barro, en su peor momento. Jon Nieve, muerto, ¿muerto? Daenerys, una vez más, parece haber vuelto a la casilla cero con los dothrakis y su destino vuelve a depender de una horda de bárbaros. No hay trama más desesperante que la suya, una que parece nunca avanzar, como si estuviese en un remolino. Sansa huyendo aterida y aterrada de su enésimo captor y violador. Cersei y Jaime Lannister acaban de perder a su segundo hijo y temen por el tercero, Tommen, amenazado por una profecía. Arya, ciega y pidiendo limosna. Tyrion y su ya inseparable Varys, gobernando una ciudad que apenas conocen y que, hay que admitirlo, a nadie interesa. Margaery, por muy reina que sea, encarcelada. Pero como toda buena historia, no queda más que esperar el resurgimiento de (casi) todos ellos. Y de momento, sin noticias de Bran, al que no vemos desde la cuarta entrega y que este año tendrá un papel fundamental en la historia, y la interminable amenaza de los caminantes blancos.

El cansino debate de si es mejor la serie o los libros de George R. R Martin, de si se repiten las tramas o de si tienen vida propia ya no es importante excepto para la maquinaria de ventas y atracción de espectadores. La serie ha pasado a los libros y punto. Gracias a los siete dioses es ya una discusión lejana, como la de si es una serie con desmesurada violencia, excesivo sexo y desnudos gratuitos —en este primer episodio ya hay uno, aunque más justificado que la mayoría—. A estas alturas, tras seis entregas, lo que debe de importar es si la serie satisface, si divierte, si aporta algo más allá del entretenimiento (que es de por sí un logro excelente). Ni siquiera es importante decidir en debates interminables en redes sociales, bares o en el descanso del trabajo si es o no la mejor serie de todos los tiempos. Desde luego es la mayor superproducción realizada para televisión.

El mérito está en que se habla de ella, en que consigue que sus personajes importen por muy villanos, retorcidos o grises parezcan. Juego de tronos vive por y para el espectáculo, no para dar lecciones de política, moral o valores. Juega entre las sombras, con los antihéroes como protagonistas. Prácticamente no hay nadie bueno, y casi todos los bellacos tienen sus motivos para serlo. Ese es el acierto.

Basándose en hechos históricos, como la Guerra de las dos rosas del siglo XV o el muro romano de Adriano de Britania, la historia creada por George R. R. Martin en la saga literaria Canción de hielo y fuego tiene más de la fantasía y de las narraciones de J. R. R. Tolkien, Robert Jordan, Tad Williams o Robert E. Howard o incluso de artistas del cómic como Stan Lee, Chris Claremont o Jack Kirby, que de lecciones políticas. Pese a las luchas por el poder y el control del trono de hierro, llenas de violencia y deslealtades, con pactos a traición, al final todo parece encaminarse a la eterna lucha del bien contra el mal, como adelanta el título de la saga literaria, a la lucha del hielo contra el fuego, los muertos vivientes del norte contra los dragones. Los caminantes blancos llegan con el invierno y los contendientes al trono parece que tendrán que apartar sus diferencias y aunar fuerzas y recursos para afrontar la verdadera amenaza, se llamen Targaryen, Stark, Lannister o Baratheon. O unirse a la oscuridad del invierno.

El inicio de la sexta temporada también deja clara la progresión de la importancia de las protagonistas femeninas, escenificada en esta ocasión por las serpientes de la Arena y su golpe de estado en Dorne y por la bruja roja. El misterioso final del episodio, perfecto para el debate semanal, con la revelación de la verdadera condición de la bruja roja Melisandre, es toda una declaración de intenciones aplicable a todos los personajes presentados en este capítulo: ¿hay una pérdida de fe ante la fatalidad o es un momento de contención antes de la resurrección?

Cuentan los productores de la serie que después de esta sexta entrega la resolución llegará en 13 capítulos divididos en dos temporadas. Menos episodios de lo habitual pero posiblemente más intensos. Y aún faltan dos tomos de los libros por redactar y publicar. En Juego de tronos todavía quedan muchas leguas por recorrer. Nada está escrito.

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