Feministas
Lo importante no es lo que se ha conseguido, sino lo que aún queda por lograr, y en el caso de las mujeres es mucho
Hace semanas coincidí en una mesa redonda con la directora de un museo que, contestando a una cuestión planteada por mí —cómo en muchos foros las mujeres aún teníamos que esperar a ser invitadas—, explicó — con la suficiencia del discurso más conservador— que las cosas habían cambiado tantísimo que ahora éramos nosotras las que invitábamos —hasta se permitía el matrimonio homosexual, argumentó—. No sé qué pensaría el público, pero a mí me pareció que estaba haciendo el trabajo sucio al discurso reaccionario que nos repite “lo habéis conseguido” para impedir que sigamos luchando. Es posible que esta directora de un museo por otro lado fuera del circuito de “los grandes museos” —y no es un hecho negativo, si bien habla de dónde se permite el acceso a las mujeres, desde dónde “invitamos”— no se haya preguntado si los logros parecen proporcionales al esfuerzo.
Seguramente no recordaba que las mujeres cobramos un menor salario, que no podemos hacer turismo ni salir en Nochevieja “solas”, que en los conflictos armados somos el arma más sofisticada… Así que aquí me tienen, otro día de marzo —porque el día 8 no va a ser el único en que hombres y mujeres reflexionemos juntos sobre nuestro futuro compartido—, pensando el camino larguísimo que queda por recorrer para que incluso algunas mujeres en puestos de responsabilidad no sean víctimas de las estratagemas del discurso hegemónico que quiere hacernos creer que “todo va bien”. Como en esos momentos de desánimo total busco consuelo en alguna exposición o leyendo a mis poetas favoritas, he regresado a la muestra dedicada a la Residencia de Señoritas para conmemorar su centenario. Era una asignatura pendiente en la Residencia de Estudiantes que está desarrollando una magnífica labor para reconstruir su propia historia.
Recorriendo las salas queda patente la presencia de estas mujeres vanguardistas —y feministas, conscientes de sus opciones—, gritos en busca de formas alternativas de aproximarse al mundo. Eran las maneras radicales con las que la residente Maruja Mallo sorprendía aún en el Madrid de la década de los ochenta, cuando contaba sus andanzas con Dalí y Federico, quien le quitó un novio al decirle que parecía un príncipe ruso, solía referir la artista gallega. De Concha Méndez a Josefina Carabias, pasando por María de Maeztu —figura esencial del relato— o Victoria Kent, ese grupo privilegiado de mujeres decidió ponerse a pensar en una España mojigata y bastante alejada de la modernidad. Las fotos y documentos expuestos los desvelan en clase, leyendo, disfrazadas y actualísimas, protagonistas de cierto cambio de paradigma que se respira entre el fascinante material de la muestra comisariada por Almudena de la Cueva y Margarita Márquez Padorno.
No obstante, son las artes visuales las que llaman más poderosamente la atención. Es la generación de “nuevas mujeres” —intelectuales y desenvueltas como las pinta Rafael Pellicer en Las universitarias de 1934—, artistas excluidas por la historia, pese a su calidad y originalidad. La propia Mallo, Ángeles Santos, Delhy Tejero —autora de unos maravillosos dibujos déco—, Francis Bartolozzi, Victorina Durán o Menchu Gal van desfilando ante los espectadores gracias a la sólida investigación de Idoia Murga, quien ha partido de la pregunta que todo discurso feminista riguroso debe hacerse. Al final lo importante no es lo que se ha conseguido, sino lo que aún queda por lograr, y en el caso de las mujeres es mucho, pese a las opiniones de aquellas que se engañan dando por hecho que, porque ellas tienen poder —un poco—, el mundo está en orden.
Mujeres en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario (1913-1936). Residencia de Estudiantes. Hasta el 16 de mayo.
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