El vacío tras la música de Bowie
La exposición de la galería Nogueras Blanchard representa las voces de una nostalgia instantánea
En el arte hay momentos providenciales. No solo es importante el instante de inspiración o el proceso de formalización de la obra, con sus dudas, errores y eurekas; también cuenta el tiempo del encuentro de la pieza con el espacio -la idoneidad, la site-especificidad- y el posible juego con el espectador. Ocurrió hace pocas semanas: la artista británica nacida en Escocia, Susan Philipsz (1965) creó una instalación sonora inspirada en el álbum de David Bowie "Ziggy Stardust" (1972). Nogueras & Blanchard, que acaba de abrir su galería en el nuevo circuito artístico de L'Hospitalet (Barcelona), presentó la pieza el pasado 9 de enero. La obra se componía sencillamente de cuatro pequeños bafles y un reproductor que emitía la voz de la artista interpretando a capella las canciones del carismático músico. Philipsz no tiene una voz virtuosa, sus canciones se acercan a lo común y el oyente siente que puede acompañarla sin complejos. “Todo el mundo puede identificarse con una voz humana. Creo que escuchar una voz sin acompañamiento, sobre todo una voz que no está entrenada para la música, incluso si está cantando una canción que no conoces, puede desencadenar algunos recuerdos y asociaciones muy poderosas. Si hubiera ido a la escuela de música y tuviera una formación adecuada, no haría lo que hago hoy en día”, justifica la artista.
La exposición se había inaugurado justo un día antes de la muerte de Bowie. Veinticuatro horas más tarde, Philipsz decidió que ya no tenía sentido exponer la pieza porque no había sido concebida ni como una obra de culto ni como homenaje. Hoy queda la huella, el hueco rebosante de la memoria del “camaleón” seguramente transmutado en eco estelar. Con la instalación sonora, la artista de Glasgow buscaba representar las voces de una nostalgia instantánea. Cantamos las canciones y las volvemos a cantar para recordar la original. Una transferencia colectiva.
Paralelamente, en la planta baja de la galería se proyecta el vídeo “Una luz a lo lejos” que Wilfredo Prieto (Sancti Spiritus, 1978) realizó para la Bienal de la Habana de 2009. La película registra el viaje de un globo aerostático del que cuelga un foco de luz sobre un edificio de La Habana, creando la ilusión de una nueva estrella en el cielo. Puede que sea Ziggy... Ya en el exterior, el mural del artista belga Alain Biteryst (Anderlecht, 1965) funciona como reclamo y marco externo. De formas neoconcretas, la pintura anula las oposiciones vacío /lleno, dentro/fuera en las que se basa el racionalismo. El diseño de una letra universal que contiene todas las letras posibles podría ser también un homenaje a la antigua imprenta que hasta hace pocos años ocupaba estas salas. El pliegue engendra fantasías de despliegues en un plano que comprime el espacio. El vacío queda emparedado entre capas de tablas azules y franjas blancas. Ahí se esconde la música de Bowie. La oímos en nuestra cabeza. Un aleph tipográfico.
Susan Philipsz, Wilfredo Prieto, Alayn Biteryst. Galería Nogueras Blanchard. Calle Isaac Peral, 7. L' Hospitalet. Barcelona. Hasta el 18 de marzo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.