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CRÍTICA / DISCOS

Peter Astor: la clase no se negocia

Llega el octavo álbum de una figura engrandecida por el paso del tiempo, que contribuyó a sentar las bases del indie pop moderno

La clase y el pedigrí no se negocian: se tienen o no. La enésima constatación es el octavo álbum de Peter Astor, uno de esos nombres damnificados por la opacidad mediática pero engrandecidos por la reivindicación que el paso del tiempo (y su legión de acólitos) ha sedimentado desde que contribuyese a sentar las bases del indie pop moderno en los ochenta con The Weather Prophets y al cincel de los contornos de la electrónica de alcoba con The Wisdom of Harry en los últimos noventa.

Le secunda James Hoare (Veronica Falls), lo que no resulta casual si uno repara en que en las sencillas pero desarmantes melodías de este álbum reside la simiente de la que se nutren también Real Estate, Yuck o Deerhunter. Pureza pop y linaje velvetiano para un universo compartido, por ejemplo, con Robert Forster.

Spilt Milk. Pete Astor. Slumberland

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