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ARTE

El monumento subvertido

Fernando Sánchez Castillo se apropia de la retórica del poder para manipular su simbolismo. El Centro de Arte Dos de Mayo acoge su visión irónica e iconoclasta

'Perspectiva ciudadana' (2004), escultura en hierro y bronce de Fernando Sánchez Castillo.
'Perspectiva ciudadana' (2004), escultura en hierro y bronce de Fernando Sánchez Castillo.

Al cruzar la puerta del Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) descubrimos, a nuestra izquierda, un pequeño estanque. En su interior hay cuatro bustos con las efigies de Felipe V, Franco, Mussolini y Stalin. De la boca de cada uno brota, de forma intermitente, un chorro de agua que se proyecta contra la cabeza de alguno de los otros tres. Se trata de la obra Spitting Leaders, de Fernando Sánchez Castillo (Madrid, 1971), protagonista de la exposición que el CA2M le dedica hasta el 28 de febrero bajo el título Más allá. La instalación anticipa algunas pistas sobre los resortes estéticos y conceptuales del trabajo de este artista que, a menudo, compara su actividad con la de un arqueólogo. La suya, en cualquier caso, es una arqueología deconstructiva e irónica, centrada en el análisis y la sátira de la iconografía que el devenir histórico deja tras de sí.

El modus operandi de Fernando Sánchez Castillo no difiere demasiado del détournement situacionista. Interesado por la representación del poder, se apropia de la retórica monumental para transformarla a través de diversas estrategias de subversión y desplazamiento simbólico. En la obra Narón, por ejemplo, inmortaliza el momento de la decapitación de una escultura de Franco con una nueva escultura de bronce. Se pone así de manifiesto el interés del artista por el acto iconoclasta y su potencial discursivo. A poca distancia están Perspectiva ciudadana, León I y Barricada, reunidas en un mismo conjunto escultórico de aspecto ruinoso que combina elementos de estética clásica con otros de apariencia más bien povera.

Estas tres obras simulan los vestigios de la resistencia ciudadana y de la agresión contra los símbolos del poder. Una vez más, el bronce le sirve a Sánchez Castillo para ajustar cuentas con los iconos oficiales y erigir un “contramonumento” a la acción del contrapoder.

El atentado contra Carrero Blanco o el intento de golpe de Tejero son objeto de la investigación del artista

En otra serie de piezas Fernando Sánchez Castillo trabaja a partir del escaneado y la impresión en tres dimensiones de huecos y grietas que, aun siendo apenas perceptibles, son testimonios de acontecimientos importantes. Positivo muestra los agujeros de los disparos que impactaron en la tribuna del Congreso de los Diputados durante el intento de golpe de Estado de 1981. Dentro de una vitrina, Sánchez Castillo presenta tres tallas de mármol blanco con el relieve de estos agujeros como si fueran las pruebas forenses de un episodio clave de la historia política española. Túnel muestra el relieve de la entrada del conducto subterráneo realizado por los asesinos de Carrero Blanco; y Grieta consiste en un frottage de la hendidura causada por los explosivos sobre la calzada. Que esta grieta, plasmada con pintura acrílica sobre una larga tela de algodón, todavía pueda distinguirse hoy sobre la calle de Claudio Coello invita a múltiples lecturas metafóricas.

La reliquia tiene también un papel central en la obra de Fernando Sánchez Castillo. Dos pestañas recuperadas durante la fabricación de la máscara mortuoria de Franco (y que esperan un análisis que pueda arrojar datos sobre el código genético del dictador); un neumático del vehículo que transportó el féretro del caudillo hasta el Valle de los Caídos y que, supuestamente, contiene el mismo aire de aquel día (la referencia al Air de Paris, de Duchamp, es clara) o diversas partes extraídas del Azor, el yate del dictador (adquirido hace unos años por el artista para transformarlo en distintos tipos de obra). Son algunas de las “reliquias” que Sánchez Castillo presenta junto a un par de vídeos en los que, con la ayuda de algunos personajes bastante pintorescos, analiza su valor simbólico y esotérico. Igual que las huellas de acontecimientos pasados o los monumentos, el fetiche sugiere también un cierto “reenvío” hacia algo que está ausente y, a su vez, una conexión con ese Más allá que da su título a la exposición.

Las diversas obras agrupadas bajo el título Tank man (inspiradas en la imagen del rebelde anónimo que el 5 de junio de 1989 se interpuso en el camino de los tanques que se dirigían hacia la plaza de Tiananmen); el ballet Pegasus Dance, protagonizado por dos vehículos antidisturbios de Róterdam, o la performance Método del discurso, realizada con dos robots “antibombas” de la Guardia Civil, son otras de las muchas piezas incluidas en la muestra dedicada a Sánchez Castillo; un artista que, aun alejándose de los cánones de lo que habitualmente se entiende por arte político, invita como pocos a la reflexión sobre las relaciones entre la historia del arte y los modos de representación del poder. Que además lo haga con un finísimo sentido del humor añade muchísimo mérito e interés a su originalísimo ­trabajo.

Más allá. Fernando Sánchez Castillo. Centro de Arte Dos de Mayo. Avenida de la Constitución, 23. Móstoles (Madrid). Hasta el 28 de febrero.

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