'Expediente X', Mulder, Scully y los noventa
Es instantáneo: uno vuelve a escuchar la sintonía de Expediente X y, a la vez que se le dibuja una sonrisa en la cara y un escalofrío recorre la espalda, se traslada por arte de magia a los noventa. Ocurre cuando se ve un capítulo de temporadas pasadas pero también con la nueva entrega que resucita a uno de los iconos de la televisión. No es casualidad que se mantenga sin ningún cambio su cabecera. Pero no es lo único con lo que el Expediente X de 2016 nos traslada a los noventa.
Recuperar a Mulder y Scully en la era post-Los Soprano y post-The Wire solo puede hacerse siendo muy consciente de que no se viene a este mundo a pelear en igualdad de condiciones. Los agentes del FBI especializados en casos paranormales regresan para dar gusto a sus antiguos seguidores. Afortunadamente, eran muchos, y muy entregados. Ese regreso al pasado que en otros títulos podría jugar en contra, en este caso es su principal baza. Lo saben y lo aprovechan manteniendo casi inalterado el universo de la serie. Como si no hubiera pasado el tiempo.
Mulder sigue siendo Mulder. Ha pasado el tiempo, sí, parece cansado, más desencantado con el mundo, sin la fuerza que en el pasado le llevaba a tirar de su compañera y luchar por aquello en lo que creía. Pero es fácil convencerle para volver a las andadas y su cínico sentido del humor sigue ahí. Scully, por supuesto, está en el lado opuesto. Ha reorientado su vida trabajando ahora con niños en un hospital. Pero si Mulder le dice ven, lo deja todo. Ellos son la serie. Sobre todo Mulder, que para algo la obsesión con lo paranormal es suya. Pero Expediente X permanece en nuestra memoria por algo más.
La nueva entrega retoma la dicotomía en la que se movía la serie, con capítulos que seguían la trama conspiranoica de fondo y episodios autoconclusivos. No se puede entender la serie quitando unos u otros. Por eso en esta resurrección (qué corta se va a hacer la temporada con solo seis capítulos) va a haber un poco de todo.
El primer episodio pone las bases de lo que vendrá y vincula las nuevas entregas con el pasado. Quizá precisamente por eso da la sensación de quedarse un poco corto, demasiado encorsetado y demasiado centrado en la mitología. Demasiadas expectativas para lo que finalmente da. Le salvan los guiños a los fans y al universo de la serie. El reencuentro de los agentes, el despacho de Mulder, la escena final, "la verdad está ahí fuera", "quiero creer"...
Ya libre de esas ataduras, el segundo episodio (a partir de esta semana ya solo será un capítulo semanal) fluye mucho mejor, con Mulder y Scully en su salsa, linternas incluidas, investigando un caso con experimentos con niños de por medio.
Se podría pedir un poco más en vista de que solo vamos a tener seis capítulos. Con la expectación que se había levantado, este era el momento de darlo todo, y darlo desde el primer capítulo, porque seis entregas se pasan en un suspiro. Y aun así, a pesar de las pegas que se le pueda encontrar, el que Expediente X haya vuelto es una noticia tan buena para los fans que les perdonarán (perdonaremos) todo.
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