El gran momento de Oriol Pla
El actor deslumbra en Barcelona como clown eléctrico en 'Be God Is' y el rebelde Carlo Giuliani en 'Ragazzo', dos trabajos que muestran su versatilidad
Si me dicen que apueste ahora mismo por un actor joven con un gran futuro, capaz de mostrar verdad, gracia y fuerza, y una versatilidad de virtuoso, mi voto va directo para Oriol Pla. Ya llevaba tiempo haciendo cine y series (El cor de la ciutat, Animals, Any de Gràcia), pero para mí se reveló en su primer papel en teatro, los 20 recién cumplidos, en el Lliure: Maxi, el ángel de Jo mai (2014), de Iván Morales, una tragedia juvenil, un Mystic River de barriada, donde se metía rotundamente al público en el bolsillo cantando y bailando Tim, Tom y Jim, el foxtrot de Bonet de San Pedro, para animar a una chica perdida en la noche. ¿De dónde había salido aquel trueno? Creció en Barcelona, hijo de cómicos: Quimet Pla, cofundador de Comediants, y Núria Solina, de Picatrons, clown y violinista. “La primera vez que mi hermana Diana y yo pisamos escenario”, me cuenta, “fue en brazos de nuestros padres. Desde niños hicimos teatro de calle. La calle es una gran escuela. Aprendes a observar, a improvisar. Aprendes coraje. A los 11 años me apasioné por el breakdance.
Oriol Pla se mueve como una versión eléctrica de Harold Lloyd, con el timing matemático de Pepe Viyuela, y cuando baila se arranca por Bob Fosse. Puro arte
De repente estaba en competición, bailando ante 3.000 personas. Aprendes por pasión, por ganas. Un día, en un prado, aprendí el mortal hacia atrás porque quería hacerlo. Aprendí a cantar en las terrazas de la Costa Brava, con mi amigo Pau Matas, con una guitarra cada uno. He hecho números en un metro cuadrado, porque no necesitas más. Yo no quiero hacer carrera: quiero hacer. Y ganar oficio, día a día”. Para Oriol Pla 2015 ha sido un gran año. En septiembre se estrenó Truman, de Cesc Gay, donde interpretaba a Nico, el hijo de Ricardo Darín. Difícil olvidar esa escena rematada con un abrazo conmovedor que lo dice todo, que clarifica el silencio durante el reencuentro, las frases cortas, el dolor de la certidumbre. Una escena sin asideros, todo contención y subtexto. ¿Darín? “No hace falta decir que es un actor enorme, pero también un enorme tipo, generosísimo. Quiso que cenásemos juntos para conocernos y me presentó a su familia. ¡Y yo tenía que tratarle mal en esa secuencia, imagínate! ¡Yo tratando mal a Darín!”, ríe. En noviembre llegó la explosión cómica de Be God Is, un gran espectáculo de clowns en el Llantiol, con Espai Dual, el trío que completan sus amigos y colegas Blai Juanet y Marc Sastre, también fenomenales actores y músicos.
Escribí: “Oriol Pla se mueve como una versión eléctrica de Harold Lloyd, con el timing matemático de Pepe Viyuela, y cuando baila se arranca por Bob Fosse. Puro arte”. Y una inyección de alegría en vena. Solo actuaban los jueves. Corrió la voz y había cola para verlos. “El show se fue cocinando en directo, porque hacíamos números breves, de 10 minutos, en los bares que nos acogían. Fuimos luego al Fringe de Gràcia, y en la Mostra de Teatre de Barcelona nos llevamos dos premios: mejor espectáculo y mejor actor. Agradecí mucho que me dieran ese premio por un papel mudo, donde todas las frases eran gestuales”, recuerda. “En diciembre llegó Ragazzo, escrita y dirigida por Lali Álvarez, en el Teatre Eòlia. Nuevo fenómeno de boca a oreja, y un éxito interrumpido hará una semana, a teatro lleno, por compromisos de programación. La función narra las últimas horas de Carlo Giuliani, manifestante contra la cumbre del G8 en Génova y el estado de sitio impuesto por el Gobierno italiano, caído bajo las balas de los carabinieri el 20 de julio de 2001. Un monolito conmemora su muerte, con su nombre y una sola palabra: ragazzo (muchacho). Lali Álvarez, a la que conocí como ayudante de dirección en Jo mai, me habló entonces del proyecto. Pasó dos años documentándose, hablando con la madre y la hermana de Carlo. Me iba pasando nuevas versiones del texto, que comentábamos y trabajábamos. Y lo montamos en un mes, con Lali y Teatre Tot Terreny, la compañía de mis padres. Mi madre lleva las luces, mi padre la ayudantía. El sonido es de mi amigo Pau Matas. La escenografía está hecha con muebles de Lali”.
Si me dicen que apueste ahora mismo por un actor joven con un gran futuro, capaz de mostrar verdad, gracia y fuerza, y una versatilidad de virtuoso, mi voto va directo para Oriol Pla
Sin esta conjunción de fuerzas (de escritura, de interpretación y de puesta) es posible que la terrible historia de Ragazzo se hubiera quedado en mero informe o proclama, sin conmovernos cómo lo hace. Oriol Pla encarna a ese muchacho lleno de ganas de vivir, que se revuelve contra la injusticia y el abuso, y una tarde de verano decide no ir a la playa y unirse, en cambio, a los que cree que luchan por un mundo mejor. Sabe transmitir, física y espiritualmente, su luz, su pureza y su calma, y poco a poco su desconcierto y su indignación ante la brutalidad que le rodea, y su miedo, y su fuerza última. Una interpretación rebosante de verdad, que atrapa hasta en sus gestos más aparentemente simples (tender la ropa, preparar una ensalada mientras nos habla de su vida cotidiana), y te va clavando en el asiento a medida que nos acercamos al terrible final. El último tercio de Ragazzo es un impresionante tour de force. Pocas veces he percibido yo en escena la sensación asfixiante de un cepo que se va cerrando sobre una voz que monologa y un cuerpo que salta, corre, gira, cae, vuelve a levantarse. “En las primeras funciones me ahogaba: demasiado desbocado. Mi padre me fue marcando la partitura: respira aquí, retén allá, aquí sueltas, aquí sigues. Ahora llego al final sin perder el ritmo ni el resuello. Una vez llegué incluso a hacer las dos funciones en un día: Be God Is a la una, Ragazzo a las ocho”. Entre sus proyectos me sorprende que un actor tan joven quiera dirigir, cuando se tercie, una obra tan lejana como Proceso por la sombra de un burro, de Dürrenmatt, que estrenaron Miguel Narros y el TEM en los sesenta, y que le entusiasme ese texto, de 30 personajes, pero que se puede hacer con 6 o 7, multiplicándose. De momento, más cine. Y con un gran proyecto inminente: el rodaje, en abril, de Incerta glòria, la novela de Joan Sales sobre la Guerra Civil, que Rigola adaptó al teatro la temporada pasada, en el TNC, y que Agustí Villaronga llevará a la pantalla, en otra versión, con Oriol Pla, Marcel Borràs, Bruna Cusí y Núria Prims encabezando el reparto. Be God Is vuelve al Llantiol en febrero y Ragazzo hará gira por Cataluña hasta el verano. El resto de España no debería perderse estos trabajos llenos de vida, de pasión y de talento.
Be God Is. Compañía Espai Dual. Con Blai Juanet Sanagustín, Oriol Pla y Marc Sastre. Cafè Teatre Llantiol. Barcelona. Los jueves del 4 al 25 de febrero.
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