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Erosión del afecto

El argentino Francisco Bitar utiliza una serie de estampas cotidianas para narrar el quebranto de la vida en pareja

La incursión en la narrativa del argentino Francisco Bitar (Santa Fe, 1981), tras una prolongada dedicación (cuatro libros) a la poesía, dio su primer fruto memorable con esta nouvelle, muy bien recibida en círculos restringidos en Argentina, publicada allí en 2012. Candaya la incorpora a su catálogo, siguiendo su política de atender nuevas voces, no estridentes, del otro lado del océano que deberían suscitar aquí sugestión o estímulo.

Tambor de arranque propone, por medio de estampas cotidianas (la compra de un coche, la visita de unos fumigadores), un inquietante modo de reparar en los quebrantos de la vida en común, expresado con un tono magníficamente sostenido que, a la vez que enfoca la zona de conflicto, la deja en la sombra. La estructura del libro, con capítulos en apariencia exentos, vinculados tangencialmente a la erosión de la pareja protagonista, contribuye también a concentrar la calamidad latente, pero sin prescindir de sus consecuencias, que se revelarán en el penúltimo capítulo, de título muy explícito, con el que Francisco Bitar condesciende a disipar la corriente de reticencia, lo más meritorio de su estilo, que se surte de una tensión más poética que narrativa. No se trata de un demérito, pues en esta novela fragmentaria no se busca “la tranquilidad de una explicación”, como dice un personaje, sino la emergencia de hacer patente el dolor a través de una confesión atendida con desgana, mientras se ve de reojo la televisión.

La escéptica mirada de Bitar sobre la cotidianidad tiene algo de sonámbula, o en todo caso sus personajes, que incluyen objetos, cucarachas, coches, contenedores, pe­rros y alguna niña imprecisa, se mueven en ese momento anterior a cualquier decisión, cuando se intuye que la voluntad de remediar la desafección no rectifica nada y conduce a la soledad, pasando de pacientes de una desgracia no admitida a testigos de su invalidez emocional. Todo ello con una prosa que vibra con la expectación de una solución que no llega. Consciente de que los ritos de prosperidad (un coche de segunda mano mejor que una buena cama) y los protocolos de urbanidad (acoger un perro) son derivaciones del afecto, Francisco Bitar ha conseguido expresar, con un tono impávido y evasivo, la lenta demolición de la esperanza.

Tambor de arranque. Francisco Bitar. Candaya. Barcelona, 2015. 112 páginas. 13 euros.

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