Morbo
Es probable que el telespectador sienta cierta atracción hacia los acontecimientos desagradables, pero lo que es seguro es que las televisiones fomentan ese interés malsano
“Interés malsano por personas o cosas” o “atracción hacia acontecimientos desagradables”, las dos acepciones que la RAE ofrece de “morbo” explican sobradamente la progresiva deriva de los informativos de televisión y de los programas de tertulianos a comentar ampliamente los sórdidos sucesos de un verano intenso y caluroso.
En alguna Facultad de Ciencias de la Información se debería cuantificar, por ejemplo, el número de veces que se han emitido las imágenes de la cogida de Francisco Rivera Ordóñez en Huesca, vengan o no vengan a cuento. ¿Que el reportero de turno informa cinco días más tarde del suceso del estado de salud del torero? Se complementa con la enésima visión de la cogida, faltaría más.
Es probable que el telespectador sienta cierta atracción hacia los acontecimientos desagradables, pero lo que es seguro es que las televisiones fomentan descaradamente ese interés malsano. Si les dan a elegir entre la audiencia y la información, elegirán siempre la audiencia, y si para aumentarla hace falta regodearse en algún parricidio o en el último asesinato machista, se invitará a criminólogos, psiquiatras, forenses, policías y lo que haga falta para estirar el tema durante días y semanas. No se trata tanto de ofrecer más información sobre el crimen (de hecho, las investigaciones policiales son lógicamente secretas y, por tanto, los expertos se limitan a consideraciones generales o especulaciones) como de mantener una audiencia a la que se le supone fascinada por unos acontecimientos brutales.
Pregúntense cuántas veces se han emitido las imágenes del accidente de tren de Santiago ocurrido hace más de dos años y que le costó la vida a 79 personas. 24 meses largos después de la maldita curva de A Grandeira, cada novedad en el lento proceso judicial se ilustrará con las imágenes del terrible momento del accidente. ¡Todo por la audiencia!
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