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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Radicales?

Enfatizan sin desmayo todos los angustiados guerreros del PP su vértigo ante la inminente llegada a este país de las 10 plagas bíblicas que devastaron Egipto en el caso de que triunfe la izquierda radical

Carlos Boyero
Rajoy, en una rueda de prensa.
Rajoy, en una rueda de prensa. JAVIER SORIANO (AFP)

Enfatizan sin desmayo todos los angustiados guerreros del PP su vértigo ante la inminente llegada a este país de las 10 plagas bíblicas que devastaron Egipto en el caso de que triunfe la izquierda radical. Aseguran que los inversores huirán, la recuperación económica agonizará, la incertidumbre sustituirá a la esperanza, se crearán aterradores soviets, volveremos (no especifican quiénes, dan por supuesto que la crisis nos ha machacado a todos, incluidos ellos, pobrecitos) a la ruina que, al parecer, fue creada por los designios del Espíritu Santo. Imagino que también dan por supuesto que se cebarán con el sagrado pilar de la Iglesia, sodomizarán al clero, arderán los templos, etcétera.

Por mi parte, que admiro el concepto radicalidad y lamento que el verano de la anarquía fuera tan corto, no consigo percibir la presencia de nada radical. Pero vamos a suponer que la alianza entre los convencidos que van a poder realizar sus sueños de justicia, aunque rechacen esos conceptos tan desfasados de derecha e izquierda; los ciudadanos civilizados que admiten en sus filas a cualquiera con la condición de un pasado honrado, los izquierdistas unidos, aunque ese cordón umbilical no haya servido para cambiar nada, y los sociatas que descubrieron hace tanto tiempo las virtudes del centrismo, representara el triunfo de esa luciferina izquierda radical.

Me pregunto qué tipo de putadas podrían hacerles a los débiles esa izquierda radical que estos no hayan recibido ya. Y no nos equivoquemos. El enfangado PP ha sido el partido más votado. Y el segundo, esa obra magna que creó el sublime estadista y modelo de honestidad Felipe González. La corrupción ama a ambos, como a todo lo que signifique poder. Y el personal que les sigue votando lo sabe. Y, a lo peor, no solo les comprenden, sino que también les envidian. Se merecen mutuamente. Aunque se empeñen los radicales será imposible que superen su infamia.

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