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Despecho contra el tirano

Cardenal mantiene su atractivo al margen de las consignas versificadas y ya caducas de quienes le imitaron

Ernesto Cardenal.
Ernesto Cardenal.Daniel Mordzinski

En los Epigramas de Ernesto Cardenal, Managua parece habitada solamente por el poeta, su amada y el dictador Somoza: “Me contaron que estabas enamorada de otro / y entonces me fui a mi cuarto / y escribí ese artículo contra el Gobierno / por el que estoy preso”. O también: “Uno se despierta con cañonazos / en la mañana llena de aviones. / Pareciera que fuera revolución: / pero es el cumpleaños del tirano”. Esto sucede hacia 1960, cinco años después de que Nicanor Parra, César Fernández Moreno o Carlos Martínez Rivas (nicaragüense, este, como Cardenal) hubieran proclamado un giro coloquialista que declaraba agotado el largo imperio del surrealismo sobre la lírica latinoamericana. El poema abandonaba la sinfonía en favor de la dicción, la opacidad metafórica camino del significado. Cardenal lleva al extremo el movimiento: a diferencia de los poetas mencionados, renuncia a las referencias cultas, simplifica el verso a la solución más económica. En lo formal, la operación determinante es, aquí, la ironía que vincula la vida sentimental a la opresión totalitaria: el despecho mueve al activismo contra el tirano; y el tirano, como la represión que impone, es una entidad omnipresente.

El encanto de estos poemas tempranos de Cardenal es que no desactiva lo amoroso al fundirlo con lo político: al contrario, al rebajarles la solemnidad y agregarles una máscara cómica potencia ambos sentidos. Conviene no obviar, aquí, la clave aportada por el título: Epigramas remite a la tradición latina de poemas breves, sentenciosos, despechados, insultantes. Si no se tiene en cuenta a Marcial (siglo I después de Cristo), este conocido poema de Cardenal pierde su parte paródica, de autoflagelación: “Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido: / yo porque tú eras lo que yo más amaba / y tú porque yo era el que te amaba más. / Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo: / porque yo podré amar a otras como te amaba a ti, / pero a ti no te amarán como te amaba yo”.

Cardenal se ordenó sacerdote en 1965 y sus Salmos funcionan a modo de confesión: en sus plegarias, lo eterno es llamado a una alianza con lo humano contra la tiranía: “Escucha mi protesta / porque no eres tú un Dios amigo de los dictadores / ni partidario de su política / ni te influencia la propaganda / ni estás en sociedad con el gángster…”; Israel liberada de Egipto es alegoría del pueblo nicaragüense destituyendo la dictadura de Somoza. Estamos cerca de la “teología de la liberación”, la corriente de izquierda cristiana que iba a tener en Cardenal a uno de sus exponentes más notorios. A esa atmósfera pertenece también ‘Oración por Marilyn Monroe’, un poema que combina el aire revolucionario que emanaba de Cuba con la cultura de masas que venía de Hollywood. Esa clase de operaciones, que Cardenal realizó con asombrosa nitidez, lo volvieron uno de los poetas más imitados en América Latina en los años sesenta y setenta; y lo devuelven, hoy, con un nuevo y no desgastado atractivo, al margen de tanta consigna versificada en aquellos años, caduca para siempre.

Poesía inicial (1960-1965). Epigramas-Gethsemani, Ky-Salmos-Oración por Marilyn Monroe y otros poemas. Ernesto Cardenal. Ediciones de la Universidad Diego. Portales. Santiago de Chile, 2015. 175 páginas. 20,25 euros

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