Marc Almond: “La muerte me parece fascinante”
El cantante incide en su desgarrado romanticismo, con canciones más comerciales, en 'The Velvet Trail'. Tras pasar por un coma pensó que la musa le había abandonado
En 1983, Marc Almond, con poco más de 26 años, interpretaba una canción de Brel traducida al inglés como My Death. Hacerlo formaba parte de su particular labor como revisionista de la música popular anglosajona, llevándola a territorios como la chanson o el flamenco, raramente visitados entonces por los músicos pop. A través de ella, Almond (Southport, Reino Unido, 1957) ejercitaba un desgarrado romanticismo, autodestructivo a veces, que impregnaba también los grupos donde estaba entonces, los exitosos Soft Cell y los experimentales Marc & The Mambas. Ahora, a punto de cumplir los 58, y después de haber vivido al límite —tras un accidente de moto pasó varios días en coma en 2004—, el artista matiza aquella tendencia. “La obsesión no era con la muerte en sí”, dice en conversación telefónica desde Londres, “sino con aquello que me inspiraba. La letra de la canción de Brel dice ‘mi muerte espera tras la puerta’; era esa atracción por lo desconocido y lo misterioso lo que realmente me gustaba. Lo que no se ve, lo que no es como parece, eso siempre me ha parecido fascinante. Como la muerte en sí misma”.
La idea de la mortalidad sigue presente en su obra, pero ahora el planteamiento es distinto. “A medida que vas envejeciendo y pasas determinada edad, piensas más en ello. Y yo tiendo a escribir canciones sobre el presente y el futuro sumergiéndome en el pasado por una cuestión lógica. El tiempo que llevo acumulado es mayor que el que me queda por vivir. Esa mirada me ayuda a comprender mejor las lecciones que están por llegar”. Comenta esto con su característico verbo veloz, sin asomo de drama, respondiendo a la pregunta sobre una de sus nuevas canciones. ‘The Velvet Trail’ cierra su último álbum y le da nombre también. El sendero de terciopelo al que se refiere el título es un lugar real, un camino de dunas y vegetación que conduce hasta el mar. “Llega hasta la playa de Southport, la ciudad en la que nací y viví mi infancia y adolescencia. Era un niño enfermizo y mi abuelo me llevaba allí a menudo. Para mí era un lugar romántico del que conservo muchos recuerdos maravillosos. Todavía recorro ese camino, que con los años se ha vuelto más silvestre. Paseando por él descubrí que era un título estupendo para una canción y también una gran metáfora para el trayecto de una vida llena de sentimientos, amores y recuerdos”.
El tiempo que llevo vivido es mayor que el que me queda. Esa mirada me ayuda a comprender mejor las lecciones por llegar”
Este álbum no estuvo planeado y seguramente nunca hubiese ocurrido sin la intervención del azar. Almond recibió en su correo electrónico un mensaje que adjuntaba archivos con canciones instrumentales y una invitación para escribirles letras. “Lo remitía Chris Braide, un reputado productor de pop comercial que ha trabajado con Beyoncé y Lana del Rey. Pensé que lo que buscaba era que escribiera letras para otro artista, algo que nunca hago, porque solo puedo hablar por mí mismo. Me contestó que no, que esas canciones eran para mí. Me estaba proponiendo grabar un álbum”.
Durante mucho tiempo, muy especialmente en los meses posteriores a su accidente, el artista desechó la idea de seguir componiendo canciones propias, convencido de que la musa le había abandonado y que lo que tenía que decir podía hacerlo a través de composiciones ajenas. Típico de él, en 2010 cambió de opinión y grabó Varieté, un álbum donde ya se vislumbraba un tono introspectivo. Después grabó con Tony Visconti, productor de canciones que hicieron populares a Marc Bolan y Bowie, dos de sus héroes musicales. “Nos conocimos en un concierto homenaje a T. Rex y estuvimos de acuerdo en que teníamos que meternos en el estudio. ¡Pasaron siete años hasta que lo conseguimos! Registramos canciones para un miniálbum [The dancing Marquis, 2014], y gracias a Tony saqué a flote mi lado más rockero y glam. Después seguí trabajando en proyectos más orientados hacia la ópera y el teatro, sin plantearme hacer más discos de pop”.
Gracias en parte a la intervención de Braide, The Velvet Trail contiene las canciones más comerciales que Almond ha grabado en mucho tiempo. Una de ellas es ‘Demon Lover’. Con una letra que habla de alguien que empuja a su amante a suicidarse, posee la ambivalencia con la que el artista suele impregnar su música, esté o no hecha para llegar al gran público. Con el pop electrónico de Soft Cell vendió canciones como ‘Bedsitter’ y ‘Say Hello Wave Goodbye’, que bajo sus melodías ocultaban mensajes envenenados sobre la vida en la Inglaterra de Margaret Thatcher. A Almond nunca le ha interesado la fama para otra cosa que no sea poder decir lo que tiene que decir, y así ha obrado, casi siempre a costa de esa popularidad en la que nunca encajó de una manera natural.
Su carrera en solitario, incluso cuando alcanzaba en 1988 el número 1 cantando ‘Something’s Gotten Hold on my Heart” con Gene Pitney, también está repleta de momentos subversivos: adaptaciones de Bataille, colaboraciones con Coil, versiones del cancionero popular ruso. “Otra de las cosas que descubres con la edad es que hay que aprovechar para hacer todo lo que puedas. Mi voz está en un buen momento, pero eso puede cambiar cuando menos lo espere. Mejor hacer todo lo que pueda ahora. Ya habrá tiempo para descansar cuando esté muerto”.
The Velvet Trail está editado por Cherry Red / Popstock.
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