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OBITUARIO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nuestro hombre en Nueva York

La inflexión de su voz, su peculiar manera de acentuar las palabras, el movimiento de su cabeza, el juego de su flequillo, la gestualidad de sus manos, le hacían inconfundible

Hermida, en 1987.
Hermida, en 1987.Marisa Florez

Con Jesús Hermida (Ayamonte, Huelva, 1937) el 21 de julio de 1969 siguiendo el vuelo del Apolo XI desde Houston acompañamos la llegada de Neil Armstrong y Edwin Buzz Aldrin a la luna, donde al poner el pie el primero de ellos dijo aquello de este es un pequeño paso para mí pero un gran paso para la humanidad. No se sabe quién eligió antes la fecha, si la NASA para el alunizaje, o si Franco para la proclamación del Príncipe Don Juan Carlos como sucesor a título de Rey, ocurrida al día siguiente ante las Cortes, mientras el mundo entero estaba en la luna.

La inflexión de su voz, su peculiar manera de acentuar las palabras, el movimiento de su cabeza, el juego de su flequillo, la gestualidad de sus manos, hacían inconfundible a Jesús Hermida. Tenía cautivado a un amplio sector del público televidente como entonces se decía, unido en TVE 1 porque éramos de canal único sin audiencias en disputa. Allí, en Estados Unidos -de Washington y Nueva York a Houston, Los Ángeles y San Agustín- año y medio después de la hazaña lunar, siguió Jesús Hermida la visita del Príncipe don Juan Carlos en febrero de 1971 por invitación del presidente Richard Nixon.

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Eran momentos convulsos, se había decretado el estado de excepción, el Consejo de Guerra de Burgos había impuesto el 28 de diciembre seis penas de muerte a otros tantos etarras, que al final fueron condonadas mientras ardían embajadas y consulados españoles en medio mundo. En la Blair House, residencia para los invitados de la Casa Blanca, la media docena de periodistas que seguían aquel viaje, de José María Massip a Carlos Mendo, José María Carrascal, Juan Roldán o Jaime Peñafiel, invitados a desayunar con el Príncipe supieron, de una vez para siempre, de su compromiso con las libertades democráticas si alcanzaba a reinar. Jesús Hermida y los demás estuvieron en el lanzamiento del Apolo XIV y pudieron observar cómo don Juan Carlos respondía en inglés a las televisiones y ganaba simpatías americanas tan útiles después.

Antes de ser nuestro hombre en Nueva York, Jesús Hermida había sido brillante reportero del diario Pueblo, de donde pasó al Informaciones de Jesús de la Serna. Luego, de regreso de los años neoyorquinos, tuvo a su cargo, por ejemplo, El País Semanal, dirigió programas de radio y de televisión tanto en la cadena pública como en Antena 3TV con audiencias millonarias. Convivía con la fama sin engreimiento y afinaba la vista para leer y atender las críticas que pudieran hacerle incluso en el periódico más modesto. Era generoso para poner en pista a quienes venían detrás. Se va un clásico que ha impregnado con su estilo a varias generaciones.

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