Más canales
Sé que una parte notable de los solitarios, con causa o sin ella, encienden la televisión o la radio cada vez que entran en su casa
Desgraciadamente, nunca he tenido claro el significado del concepto hogar y probablemente ese desconocimiento es el culpable de que posean tanto y enfermizo imán para mi sensibilidad las grandes películas y novelas que hablan de seres errantes, del desarraigo voluntario, forzado o irremediable. Pero deduzco que una casa no es un hogar, que lo del hogar requiere entre otras cosas estar acompañado. Por ello me sorprende el titular de un artículo. Dice así: “El 25% de los hogares es unipersonal”. Añade que hombres solteros y mujeres viudas son mayoría en estos 4,5 millones de casas. Sé que también viviendo con alguien las personas pueden sentirse muy solas, pero no imaginaba que había tanta gente viviendo (o solo sobreviviendo, o esperando una muerte rápida) con su exclusiva compañía.
Sé que una parte notable de los solitarios, con causa o sin ella, encienden la televisión o la radio cada vez que entran en su casa, e imagino que esa cosa tan opiácea de Internet no sabe lo que es dormir. Imagino que las imágenes, los sonidos, el ruido, las voces ajenas, les sirven para guarecerse de la intemperie íntima, de sus fantasmas o del aburrimiento.
Lo que no entiendo es cómo estas almas perdidas pueden consumir tanta televisión sin que su sistema nervioso sufra desarreglos alarmantes. Asumiendo algo tan democrático como que para gustos se hicieron los colores, es evidente que la basura nunca ha poseído ni un discreto encanto, que huele mal, que asfixia, que embrutece, la publicidad provoca mareo, el cine que se exhibe es infame, las tertulias hepáticas y las políticas se rigen por fórmulas clónicas e idéntico griterío, las series son agotadoramente rutinarias o cochambrosas, jamás he pillado el encanto de los concursos. Este es el tono medio de la televisión que tantas personas utilizan como tabla de náufrago. Y, de acuerdo, si pagas por descodificarte, el panorama cambia.
Leo otra noticia inevitablemente cómica. El Gobierno saca a concurso seis nuevos canales de televisión. Exige para acceder a ellos “la expresión libre y pluralista de ideas y corrientes de opinión”. Continúa la broma: “Solo se tendrá en cuenta la oferta de una programación que contenga contenidos de alta calidad”. Terror me dan los sabios criterios del Gobierno sobre el pluralismo y la calidad.
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