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Las partituras de Beck, diversión pop

El artista publicó en 2012 'Song reader', un libro que contenía canciones que no llegó a grabar Ahora las interpretan colegas como Jarvis Cocker, Jack White o Norah Jones

Portadas de las partituras incluidas en 'Song reader', editado en 2012.
Portadas de las partituras incluidas en 'Song reader', editado en 2012.

El nuevo disco de Jack White, Lazaretto, publicado el 10 de junio, ha vendido 60.000 copias en vinilo. Se convierte así, según Billboard, en el álbum más vendido en ese formato desde que Pearl Jam editara Vitalogy en 1994. Esto se celebra como una victoria: los formatos renacen tras dos décadas cuesta abajo.

En realidad no pasa de ser una mera curiosidad. Los formatos son los grandes derrotados tras las guerras digitales. Da igual que hablemos de vinilo, casetes, laser discs, minidisc, DVD, cintas de vídeo…, incluso los archivos MP3 han sido derrocados por la nube. Todos son iguales, los que reinaron y los que apenas llegaron al nivel de meras ocurrencias hoy se encuentran en el mismo sitio: son objetos de museo como las armaduras o las calesas.

Sin embargo, no nos libramos de la nostalgia y por eso el éxito de Lazaretto parece ser tan buena noticia. Posiblemente esto tenga que ver con la edad, que sea un subproducto de esa misma generación que creció comprando en pesetas y que durante años se veía obligada a hacer disimuladamente la conversión mental del precio en euros. Algo que para los nacidos después de 1999 debe de resultar tan curioso y trasnochado como los vinilos que copan estanterías completas en las casas de sus mayores.

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La derrota ha sido veloz y por eso la nostalgia se detiene en la música grabada. Existen coleccionistas de discos, pero, al menos en el mundo del pop, no parece haber coleccionistas de partituras. Un día Beck descubrió que antes la música escrita reinaba. Lo recuerda en la introducción de Song reader, el libro-caja con 20 partituras que publicó en 2012. Cuenta el californiano que en 1937 se vendieron en Estados Unidos 54 millones de partituras de Sweet Leilani, una canción de Bing Crosby. “Casi la mitad del país había comprado una hoja de papel con las notas de una canción, y había superado el problema de aprender a interpretarla. Es una de esas estadísticas que ofrece una pista sobre algo fundamental de nuestro pasado”, prosigue el texto.

El pasado para Beck era la canción como producto acabado, igual que para casi todos los que nacieron en un mundo en el que la música se vendía mayoritariamente en formatos grabados. "La música grabada no era tanto una forma de documentar una interpretación como un estilo, con sus trucos y sus técnicas de producción. Una extensión de la imagen de una persona dentro de un sonido concreto".

Beck parece referirse a sí mismo. Bendecido por el éxito desde los 20 años, miembro de la última generación del rock estadounidense, la de los noventa —que tuvo trascendencia social y a la que se le permitió innovar, sin que eso les convirtiera en apestados comerciales—, y consciente al tiempo de que una rentabilidad económica era garantía de libertad artística, Beck Hansen ha sido siempre razonablemente excéntrico. Esa especie de chaval rarito, pero encantador al que todo se le tolera porque nunca saca los dos pies del tiesto. Eso le ha permitido no jugársela nunca a una carta. Jamás ha reeditado el grandioso éxito que fue su primer sencillo comercial, Loser, pero tampoco parece estar obsesionado por la imposibilidad de repetirlo. Es algo que nunca se le ha exigido.

Una suerte para él, porque no es de esos artistas que trabajan en línea recta. Beck asegura que entre el nacimiento de uno de sus proyectos y el final pueden pasar años, en los que los coge y abandona. Este Song reader es la prueba definitiva. Lo que se publica es un disco, patrocinado por una marca de gafas, en el que 20 artistas tocan las 20 canciones que él compuso hace años y vendió en una bonita caja como partituras, a casi treinta euros. Un proyecto para el que se asoció con Dave Eggers, el celebrado autor de Una historia conmovedora, asombrosa y genial o El círculo (que llegará a las librerías españolas en octubre) y editor de McSweeney’s, la revista paradigma de las publicaciones literarias de la modernidad. Ahora los beneficios del disco Song reader irán a 826 National, la fundación educativa y benéfica que fundó Eggers.

Antes reinaba la música escrita. Una partitura de
Bill Crosby vendió 54 millones de copias en 1937

Beck publicó las partituras con la intención de que ese material no fuera respetado. Su idea original era que todo aquel que se tomase la molestia de aprender la canción la interpretara a su manera. Aunque en principio, esta afirmación o deseo iba dirigida a los compradores de las cajas originales, con más razón cabría esperar una completa reinterpretación de las partituras por parte de los artistas que participan en el disco de Song reader, gente con perfiles tan personales como Jeff Tweedy, Jack White, Laura Marling o Jarvis Cocker, y estrellas como Norah Jones o Juanes, además de veteranos como Loudon Wainwright III o cantantes semidesconocidos como Lord Huron.

Pero no ha sido así, porque de alguna manera todo el contenido es extremadamente Beck. Es como si ellos se hubieran limitado a poner la voz sobre unos arreglos realizados por el compositor original de los temas. Y eso no es mucho. Beck hace tiempo que parece haber perdido el gancho para hacer grandes canciones. Sus temas son delicados, cada vez más cercanos a lo tradicional, ideales para hacer algo mientras se escuchan, pero carentes de fuerza.

Así que este proyecto tipo cebolla, lleno de capas, que comenzó como una reivindicación del formato de la música escrita, anterior a las grabaciones, termina siendo un producto ideal para ser comprado como archivos digitales independientes. No parece que los fans de Juanes vayan a tener demasiado interés en tener la canción de Tweedy y viceversa.

Es la constatación de que la nostalgia es en muchos casos simplemente una falacia. Lo que ahora se ve como un tiempo mágico era realmente también un invento lleno de relleno, realizado de mala gana, con materiales pobres, en cadena. Al final, todo esto: la caja, las ilustraciones de Marcel Dzama, las horas de estudio… no son más que un entretenimiento, un juego de muñecas rusas, algo intrascendente, con lo que pasar el rato. Pop, en suma.

Song reader. Beck. Capitol Records.

'Now That Your Dollar Bills Have Sprouted Wings'.

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