Cuando el vídeo se hizo personaje
Juan Cavestany y el grupo Canódromo Abandonado suben a escena 'Tres en coma', una comedia de tono surrealista y ambiente hospitalario
El contenido y recto capellán que visita al enfermo sin nombre en la obra Tres en coma afirma airado que "las cosas no son lo que son y nada más". Su comentario viene al hilo de la extraña situación que se produce en la trama cuando el paciente comatoso —"el sujeto en cuestión"— arranca a contar chistes en morse a través de los pitidos de las máquinas que controlan sus constantes vitales, pero esa misma idea también podría usarse para explicar esta obra. En ella hay chistes y dudas existenciales, interpretados por actores no profesionales que sin embargo actúan desde hace tiempo en escenarios; hay canciones, sin ser esto un musical, y hay vídeo, a veces como acelerado zapeo para recrear los pensamientos del moribundo paciente, y en otros casos para dar voz a bustos parlantes, doctores convertidos en una especie de muñecos de goma, que hacen avanzar el argumento.
Escrita y dirigida por Juan Cavestany e interpretada por los componentes de Canódromo Abandonado, Tres en coma surgió a partir de una conversación de chat. Transcurrió poco más de un mes desde que plasmaron la primera idea hasta que la obra llegó al escenario de Matadero, casi con la misma inmediatez que el servicio de mensajes instantáneos. Este mes de agosto recala hasta el 7 de septiembre en el Teatro del Barrio de Madrid. “Creo que suena homogénea y coherente por esa misma intensidad, no ha habido segundos pensamientos”, señala el músico Aaron Rux.
Cavestany y el trío de Canódromo se habían conocido en los circuitos del cine independiente. Julián Génisson, Lorena Iglesias y Aaron Rux presentaron el pasado otoño su película La tumba de Bruce Lee y participaron en la cinta de Cavestany Gente en sitios, pero esta vez se trataba de elaborar algo juntos desde el principio, una función que integrara sus peculiaridades. Porque, ¿qué diría un cómico en coma si pudiera comunicarse? “Nosotros nos hemos sentido bastante en coma”, explica Julián Génisson al recordar cómo han ido probando sucesivas cosas en escena que no acababan de “funcionar”. “Hasta ahora hemos trabajado a partir de un tema, de forma caprichosa y con mucha improvisación, pero esta vez es teatro y la diferencia es Cavestany”.
La obra surgió a partir de una conversación de chat y transcurrió poco más de un mes desde que plasmaron la primera idea hasta que llegó al escenario
Pensaron juntos un esqueleto que presentaron al Fringe, y al recibir el visto bueno escribieron y diseñaron el montaje el pasado junio. “Teníamos una intención consciente de meter en una batidora la película Patrick de Richard Franklin, los chistes de casete de Arévalo y esa fórmula melodramática que es ‘cura con crisis de fe conoce a mujer con la que quizás en otra vida podría haber sido feliz”, dice Cavestany.
El chiste que han compuesto no arranca con el encuentro entre un francés, un alemán y un español. Querían escapar de viejas fórmulas y se marcaron como reto no usar ningún chiste conocido. Así que cuando se sube el telón de Tres en coma aparecen una peluquera en prácticas, radioaficionada —con buenas intenciones y mucha soledad—; un joven capellán que busca trascendencia y desprecia lo mundano, y un paciente en coma que encuentra en el humor una vía de comunicación. “Se trataba de presentar a personajes marginalmente relacionados. Al ser interpretados por actores no profesionales buscaba un tono seco, así que el capellán tiene sentido”, dice el escritor madrileño. “Nos atrae la fortaleza mental y mística del que rechaza lo zafio y agresivo. Y a la vez nos repele ese engolamiento demagógico del hombre religioso. Hay una peluquera en prácticas porque esta obra habla también sobre el pelo, la estética, el cuidado del cuerpo, el cuerpo como contenedor”.
El inusual trío —moribundo, peluquera y cura— encuentra su traducción visual en la imagen de un triángulo blanco que aparece de forma intermitente en la pantalla al fondo del escenario. Allí también se proyectan imágenes de platos combinados, de cuadros religiosos, del público internacional que abarrota los teatros, donde el cómico en coma triunfa, mientras crece la farsa. Y así el vídeo que a diario inunda los teléfonos inteligentes y las pantallas de ordenador, se integra a la perfección sobre la escena, y crea un nuevo triángulo con las canciones de Aaron Lux —“nos permite variar la textura de la obra y es un buen recurso para temas sentimentales”, dice el músico— y el texto teatral. “Los vídeos son un contrapunto al melodrama y aportan a la obra un carácter casi cinematográfico o esperamos que onírico”, apunta Cavestany, que define esta función como un objeto bastardo.
Por encima de todo esto planea una reflexión sobre el humor. Como advierte la joven peluquera en la obra, los chistes evolucionan hacia el humor observacional, de lo zafio a la observación y de la observación a la reflexión, que pierde en comicidad y gana en extrañeza. Julián Génisson habla de poshumor. Pero quizá la risa siempre venga del mismo sitio, de la sorpresa o de lo inesperado, y el mundo raro es sólo otro punto de vista. Añade Cavestany que “el desconcierto no es algo que se pueda arrojar a la cabeza del espectador para dejarle aturdido y nada más”. Tres en coma persigue una perplejidad divertida. Un mundo raro, tierno y absurdo a veces.
Tres en coma, escrita y dirigida por Juan Cavestany y Canódromo Abandonado. Intérpretes: Lorena Iglesias, Julián Génisson y Aaron Rux. Jueves y viernes a las ocho de la tarde en el Teatro del Barrio. Madrid. Hasta el 7 de septiembre.
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