“Me jode; no llevo nada bien hacerme mayor”
El presentador de televisión asegura que la comedia es una reconstrucción diaria de su alma
Está rodeado de los cuadros que pinta. Este se titula Soy lo que queda de mi juventud. Me acerco a los 50; es descarnado verle las trampas y el cartón a la vida. No seré como mi padre a esa edad, pero la juventud más radical está lejos de mí. Me jode, no llevo nada bien hacerme mayor.
Este se titula El que tiene la culpa de todo. Esta es una época muy cruel. Aristas muy afiladas en las que buscamos continuamente al culpable de nuestra desilusión. Soy partidario de un mundo feliz; como lo veo amenazado hice el dibujo de un tío oscuro: el que tiene la culpa de todo.
¿De qué tiene culpa? ¡Buá! Creo que he sido bastante honesto a lo largo de mi vida. No he hecho cosas extremas: no me separé y dejé cuatro hijos, no dejé a mi familia en la miseria... No me siento demasiado culpable; pero no por vanidad: por normalidad.
¿Dice “esto no debiera haberlo hecho”? No tenía que haberme creído que podía ser un gran empresario cuando lo que soy es artista. Me hice empresario involuntario. Esa es la fuente de mis tormentos mentales. Tengo una pyme, y como toda pyme estoy jodido.
¿Qué consecuencia ha tenido eso para usted? Dormir muy poco, ver cómo la crisis me iba ahogando, una relación dura y asfixiante con los bancos... Me gusta la vida, la alegría...; negociar austeridad, esa palabra maldita, lo he llevado de la mejor manera posible.
Sufre la crisis y hace reír. Tocas la piedra angular de mi momento. Me admira la comedia. Cuando llevo cinco meses sin una buena noticia, me maquillo, salgo a escena y me siento contento. La comedia es una reconstrucción diaria de mi alma.
El ánimo ahora parece un paisaje de El Roto. Lo bonito del carácter español es que, a pesar de la crudeza, todavía hay capas freáticas en las que existe la alegría. Hay que blindar eso. Pero subyace la tristeza en el país. La vicepresidenta Santamaría dijo que veía más alegría en la calle. Me gustaría vivir en esa calle. Me pareció una superfalta de respeto.
Este cuadro se titula Hay una luz en el horizonte. Un tío que dice con estupor “¡Joder!”... Ahora hay gente que no sabe lo que va a hacer el mes que viene y eso nos está quitando el oxígeno, el horizonte.
En Cataluña dices horizonte y se produce un sobresalto. ¿Cómo se siente? Muy alerta. Quiero saber cómo se va a gestionar toda esa expectativa emocional. Ante la primera invasión ciudadana pacífica pensé que las cosas iban a cambiar. La cuestión es quién gestiona ese cambio. Tengo el vicio de mirar las banderas en los balcones. Más esteladas que nunca.
¿Cómo debería ser el cambio? ¡Ostras, se me escapa! No es que no me quiera mojar: soy un cómico de Reus, de 49 años, con una formación muy justita y no quiero que mis palabras se interpreten como la palabra de Dios. Espero que los gestores catalanes y españoles estén a la altura de lo que pide la calle.
Haznos reír se titula este cuadro. Un día le conté a Serrat que me encontraba mal. Y él me dijo: “Nen, vale, pero a tu público no le importa si estás mal”. Duro, pero es una buena definición del artista. Haz reír, claro que sí.
Mírame fijamente a los ojos dice este. Me cuesta mantener la mirada y soy un tío que se pasa la vida mirando a la cámara... Me gustaría mantener la mirada a mi hija Joana cuando tenga uso de razón; mirar a los ojos y romper todas las fronteras posibles, llegar hasta su interior y que ella viera el mío. Ese sería un buen deseo, una buena culminación, sí.
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