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España como parque temático

Tom Burns Marañón analiza los tópicos españoles acuñados por los viajeros extranjeros

La mirada del “otro” pudo ayudar a salir del ensimismamiento a los españoles que reflexionaban sobre “España como problema” y a que se preocupasen, como se hizo durante la Transición, por los “problemas de España”, que eran similares al del resto de los países de su entorno. Desafortunadamente los viajeros extranjeros de los que trata Tom Burns Marañón más que echar una mano contribuyeron a crear estereotipos que se plasmaron en el reclamo publicitario de nuestro Turismo, que se acuñó durante el franquismo, “Spain is different”.

Los viajeros que recorrieron la península ibérica durante el siglo XVI y principio del siglo XVII todavía admiraban lo que veían. Según iba transcurriendo el XVII empezaron a destacar el atraso de España, pero seguían refriéndose a un país que formaba parte de Europa. Esta percepción, como expone minuciosamente Burns Marañón, empezó a cambiar a finales del XVIII y, sobre todo, en los siglos XIX y XX. Este periodista hispanobritánico hace catorce años publicó su ensayo, a mitad de camino entre la divulgación y lo académico, en el que analizaba la aproximación a España de viajeros y otros curiosos impertinentes anglosajones y al que ha añadido en la presente edición una guía de viajeros franceses. Es decir, reflexiona sobre Wellington, Ford, Borrow, Gautier, Brenan, Orwell, Legendre y Hemingway, entre otros. El denominador común de todos estos autores es que reflejaron una España que estaba fuera de Europa: promocionaron la idea de un país exótico con toques incluso orientales. Si los viajeros del XVII, por poner un ejemplo, visitaban El Escorial como un signo del poder del Imperio español, en el XIX y el XX se resaltaba el pasado musulmán de Sevilla y, sobre todo, de Granada. Así, Washington Irving, un autor no tratado en esta monografía, contribuyó con sus Cuentos de la Alhambra (publicados originalmente como relatos sobre “moros y españoles” en 1832) a divulgar aventuras mágicas y orientales ubicadas en el sur de la península ibérica. Al pasado musulmán se unió la vida nómada y apasionada de los gitanos, los guerrilleros con un alto sentido de la justicia, los bandoleros con sensuales patillas, las cimbreantes cigarreras, el baile, los toros y todo ello ensalzando las virtudes del buen salvaje (léase, el español), que aunque pobre conservaba su dignidad y honor. Esto es lo que quisieron ver estos extranjeros. No se fijaron en los cambios políticos y económicos que se fraguaron durante los dos últimos siglos. Prefirieron viajar en burro por agrestes montañas e ignorar el ferrocarril. En definitiva, incluyeron a España en el Grand Tour, que recorrieron los adinerados europeos, como un país donde se conservaban unas supuestas virtudes destruidas por la Revolución industrial.

Hasta ahora el tema de la imagen de España había sido un debate de intelectuales y viajeros esnobs. En cambio, en plena campaña sobre la “marca España”, esa imagen distorsionada puede valer para publicitar un país de diversión, alcohol, drogas y playas, pero hace un flaco servicio a otros sectores que tienen que convencer a los consumidores de que los productos españoles son buenos y baratos. Este año la modelo Claudia Schiffer en el anuncio promocional de un coche alemán apuntaba que “algunos tienen más sentido del humor que los alemanes”, pero éstos “se toman todo muy en serio”. Conclusión: “prefiero conducir a un alemán” y veranear en España. Los viajeros extranjeros contribuyeron a forjar una imagen de España como un país alegre y con unas supuestas virtudes conservadas en pueblos inhóspitos como los de La Alpujarra. No percibieron que los españoles intentaban aproximarse, no sin muchas trabas, a Europa como finalmente lo hicieron con su ingreso en la Unión Europea en 1986.

Hispanomanía (con un Prólogo para franceses). Tom Burns Marañón, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2014, 406 páginas. 23 euros.

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