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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Amaños

Encuentro más fascinante la imagen del tenebroso Rothstein que la de los muy vulgares dirigentes de la FIFA

Carlos Boyero

El gánster anciano que interpreta Lee Strasberg en la magistral segunda parte de El Padrino, ese hombre que aspira a que la Mafia funcione como una corporación, intenta legalizar sus negocios en la Cuba de Batista, asegura haber sobrevivido a todos los peligros y conspiraciones porque durante su carrera siempre ha ganado mucho dinero para sus socios, está inspirado en Meyer Lansky. Hay un momento en el que le habla con rendida admiración a Michael Corleone del difunto Arnold Rothstein. Y curiosamente, lo que más exalta de su personalidad es la fortuna que logró creando la liga de béisbol.

El atildado, glacial y sabio Rothstein es uno de los personajes fijos en la espléndida serie Boardwalk Empire. Es un pionero en descubrir el inmenso negocio que proporcionará el alcohol durante la Prohibición, asume la metodología capitalista para que funcione modélicamente el crimen organizado, pero ante todo, se siente orgulloso de su condición de jugador, de apostador, de amañador, de manejar inmejorablemente los hilos subterráneos del deporte para conseguir ganancias espectaculares.

Y sin atreverme a cuestiona esas verdades tan líricas y conmovedoras de que el fútbol sirve ante todo para unir a los pueblos, que en países como Brasil adquiere la trascendencia de una religión común, y no sé cuántas cosas más, no puedo dejar de pensar en Arnold Rothstein cuando veo cómo un señor japonés que arbitra el partido inaugural entre Brasil y Croacia se inventa el penalti que jamás existió, solo constatable para sus privilegiados ojos y los del prosaico entrenador de Brasil, cuando percibe que los croatas pueden amenazar desde el comienzo uno de los más suculentos negocios del planeta.

Por supuesto, encuentro más fascinante la imagen del tenebroso Rothstein que la de los muy vulgares dirigentes de la FIFA, pero sospecho que sus métodos para cuadrar las cuentas primitivas en sus grandiosos tinglados económicos disfrazados de acontecimientos deportivos son idénticos.

Es probable que el desvergonzado Nishimura ni siquiera haya recibido órdenes de Blatter sobre su misión en ese partido. Un buen sicario no necesita explicaciones. Sabe lo que tiene que hacer cuando amenaza el peligro. Y no son muy caros. Hay demasiada competencia.

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