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Dentro de la sala de guionistas

‘The Writers’ Room’ muestra los entresijos de series como ‘Scandal’ o ‘The Walking Dead’

Una imagen del programa dedicado a 'Scandal', con Jim Rash, Kerry Washington, Heather Mitchell y Matt Byrne.
Una imagen del programa dedicado a 'Scandal', con Jim Rash, Kerry Washington, Heather Mitchell y Matt Byrne.

La narrativa televisiva de la última década está muy por encima de lo que se ve en el cine. Así lo dice Nick Pizzolatto, creador de True Detective, y no hay quien lleve la contraria a alguien que además predica con el ejemplo. Series como la suya, Breaking Bad, Ray Donovan, Mad Men, House of Cards, The Walking Dead o Scandal, por citar algunas, son la mejor muestra de sus palabras. Sus historias son el centro de la cultura popular de este siglo y sus guionistas, las nuevas estrellas del rock. De ahí el interés que existe por conseguir ese preciado backstage pass, el acceso sin restricciones a lo que se cuece en una de esas salas de guionistas, el paritorio de nuestra nueva adicción. Un mono que quiere paliar The Writers’ Room (Sala de guionistas), cuya segunda entrega arranca hoy en dual en Canal+ 1 (19.45).

Como confiesa Beau Willimon, autor de House of Cards, es precisamente esa sala la que le llevó a trabajar en televisión, el “diálogo continuo” con otros guionistas para generar la mejor obra de forma colectiva. Por supuesto que hay un nombre que resume esa creación, como el suyo o el de Vince Gilligan, autor de Breaking Bad. Pero como desveló la temporada anterior de Sala de guionistas, el germen de la que hoy se considera una de las mejores series de la televisión reciente lo puso Thomas Schnauz, también guionista de Expediente X y amigo de Gilligan desde aquellos años. Fue él quien se fijó en la noticia que daría pie al personaje ahora inmortalizado por Bryan Cranston y fue también su cabezonería la que tenía la última palabra sobre el desarrollo de la historia.

Por eso Sala de guionistas, que presenta el actor y guionista Jim Rash, ganador de un Oscar por su trabajo en Los descendientes, invita no sólo a los showrunners sino a quienes trabajan con ellos, un grupo al que también se suman sus principales actores. Porque, como incidió Pizzolatto recientemente en prensa, “está llegando un momento en el que, si los actores no quieren hacer de superhéroes”, la televisión es su única salida. Con lo que no cuenta Sala de guionistas es con la verdadera sala de guionistas, en ocasiones sustituida por un espacio parecido, decorado con iconografía del show o con paneles similares a los que utilizan los escritores, esos tablones en los que pinchan la última sugerencia y organizan sus ideas.

Cada sala de guionistas es un mundo, como lo es el funcionamiento de cada serie. Los guionistas de Pretty Little Liars (Pequeñas mentirosas) prefieren trabajar de atrás adelante. Aseguran conocer cuál será su final y desde ahí Marlene King y su equipo construyen el arco hacia el comienzo de la temporada. Gilligan hizo lo contrario hasta el final de Breaking Bad. Laura McCreary, creadora de Brooklyn Nine-Nine, cuenta con un equipo de diez guionistas mientras que Julian Fellows, al frente de Downton Abbey, lo hace todo con otros dos escritores. Su gusto por la televisión como medio es muy diferente al de Willimon. “A mí me gusta porque cuentas con un público adulto”, comentó. A Scott M Gimple, el tercer showrunner de The Walking Dead, lo que le gusta del medio es la conversación que le permite tener con los espectadores. Y quizá ahí ha aprendido dónde limitar la creatividad de su equipo. “Nadie quiere ver cómo se comen a un bebé”, recuerda en el programa. “Yo lo que nunca hago es leer algo que viene en mayúsculas”, declaró King en el programa de su relación con los fans y con las redes sociales.

Son el mismo tipo de secretos que han compartido antes otros guionistas. Por ejemplo que “en el ambiente adecuado” todos los actores se quieren quitar la ropa, como asegura Michelle Ashford, al frente de Masters of Sex. O que da igual que los guionistas de televisión sean los nuevos maestros de la literatura: siempre hay cabida para sorpresas de las buenas, como el bailecito que improvisó Jon Voight al principio de Ray Donovan. The Writers’ Room es sólo una muestra de lo que ahí se cuece y es mucho más lo que se queda fuera, como fue el caso de la entrevista con Kurt Sutter por Hijos de la anarquía, cuando se pasaron más de dos horas hablando para un programa que dura media hora.

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