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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Reencuentro

Más allá del resultado electoral, Escocia parece salir reforzada hasta en su valor de influencia y el reconocimiento de su aportación al conjunto

David Trueba
David Cameron
David Cameron

Escocia camina hacia el referéndum, previsto para el 18 de septiembre próximo. Se dirime la apertura de un proceso de separación del Reino Unido y cada detalle ha comenzado a convertirse en esencial. Pese a la amable disposición del proceso, el debate encarnizado recurre también a los argumentos más usuales: la expulsión de Europa y la moneda, la explotación de los recursos energéticos, las pensiones, la organización militar. Lo que nació como un paseo para las fuerzas unionistas, con los tres partidos mayoritarios opuestos a la separación, se ha ido complicando con el paso del tiempo y la habilidad de los líderes del nacionalismo escocés para sumar apoyos relevantes y transmitir que las normas, incluso las más estrictas, están escritas para ser reescritas.

Más allá del resultado electoral, Escocia parece salir reforzada hasta en su valor de influencia y el reconocimiento de su aportación al conjunto. Tras la primera equivocada estrategia de recurrir al miedo y las amenazas, ahora comienzan a escucharse voces que hablan de cómo sería el futuro de Gran Bretaña sin Escocia. El poder británico giraría a la derecha de manera irremediable porque de los 59 miembros que Escocia envía a Westminster solo uno es conservador. Como ejemplo de la distancia basta decir que en Escocia la joven líder de los conservadores se confiesa abiertamente lesbiana. Alertado por los sondeos, hasta David Cameron debe tener cuidado con sus intervenciones para no despertar el voto contrario.

Esa futura Escocia se propone sin renunciar a la BBC pública, orgullosa de un servicio de salud estatal, frente al fracaso de la externalización inglesa, y con universidad gratuita y sostenida por el erario. Según algunos expertos, detrás del voto separatista se quieren preservar los servicios públicos y la igualdad frente al dogma conservador del vecino. La lectura que casi nadie quiere hacer apunta al deseo de fundar un país nuevo, de mayor ímpetu social e igualitario, con mayores cotas de protección. No siempre lo que se persigue camina a un proyecto nacionalista excluyente. Hay una batalla ideológica escondida que debería traerse al centro del debate. Porque en ella reside la mejor opción para el reencuentro. Atraer a los que en el fondo persiguen, más que otro país, un país mejor.

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