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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Privée

Hay demasiados ciudadanos sufriendo por culpa de la política, y en su sufrimiento es indiferente con quién comparte la cama el líder

David Trueba
François Hollande
François Hollande

Francia nos ha puesto deberes esta semana. El país mejor estructurado del mundo suele plantearle tarea al resto. Por mejor estructurado entendemos aquel que tiene unas instituciones sólidas, una eficaz división de poderes y que además presenta, desde cultura y artes hasta formación deportiva, una propuesta organizada y sistemática. Con la censura preventiva al cómico Dieudonné obligó a repensar los límites de la libertad de expresión. La persistencia en el antisemitismo conspirativo le costó la negación de escenarios para su espectáculo. Es el mismo país donde la prensa se enfrenta por sistema al integrismo musulmán, que no amenaza con negar escenarios, sino con la pena de muerte a los que sobrepasan un límite.

Mientras aquí discutimos si una infanta ha de someterse al paseíllo a la puerta de los juzgados, allí se preguntan por la esencia misma de la democracia. Y por más que el ministro Valls quiera compensar su látigo antimigratorio con una vociferante defensa de los valores republicanos, siempre es zafio ponerle tiritas a la libre expresión. Mientras crece el apoyo al Frente Nacional sería mejor dirigir la manguera a otros incendios urgentes. Pero aún nos aguardaba la revelación del nido de amor entre el presidente y la actriz Julie Gayet. Aunque la prensa seria se muestra inflexible en marcar un límite, el debate sobre la seguridad presidencial sustituye al chafardeo. Hablan de escoltas y protección institucional cuando lo que quieren es lanzarse a olisquear braguetas, y no cabe duda que esa vertiente morbosa se merienda a las demás.

Por más desgracia que sea ver la grandeur francesa reducida a la pequeñez de sus debates amatorios, terrible infección a la que lleva sometida los últimos 15 años, hay algo rescatable de todo este embrollo. Fornicar no es un acto político. Hay demasiados ciudadanos sufriendo por culpa de la política, y en su sufrimiento es indiferente con quién comparte la cama el líder. Es mucho más relevante saber con quién se acoda en Bruselas, conocer los niditos de amor donde son sodomizados por lobbies de intereses turbios y permanecer atentos a sus bajadas de pantalones financieras, sociales y políticas. Desde hace demasiado tiempo nos tapan los ojos con los que tendríamos que vigilar la vida pública con la exhibición de las vidas privadas.

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