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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Tongazo

Es difícil encontrar una competición, por llamarlo algo, donde las cartas se repartan tan marcadas como en la Liga española

Faltan 38 jornadas para que acabe la Liga. El sábado, Real Sociedad y Getafe se juegan tres puntos de oro para eludir el descenso. Sí, ya se sabe hoy lo que va suceder de aquí a mayo: 16 equipos disputando la caída a Segunda, dos ni fu ni fa, y el título para los de siempre, Barcelona y Madrid.

Comienza el fútbol de verdad, aunque en realidad nunca se había ido. Las redacciones deportivas de televisiones y periódicos han dado más espacio —menos esta bendita excepción— a las pachangas veraniegas de esos equipos que a los históricos triunfos de las nadadoras; no digamos al Mundial de atletismo. También han cuidado de las retransmisiones de partidos sub 20, sub 19, y hasta sub-bebés (la fenecida Marca TV emitía encuentros de infantiles). El atractivo era que se desconocía el ganador, algo que no ocurre con la Liga española desde hace casi una década. Es difícil encontrar una competición, por llamarlo algo, donde las cartas se repartan tan marcadas.

“Es que son muy buenos”, dicen unos. Falso. Son muy buenos porque tienen los millones de la televisión. Barça y Madrid se reparten cada uno 160 millones, mientras la mayoría se queda con 18. Un desequilibrio, acumulado en seis años, de casi 1.000 millones contra menos de 100. ¿Quién compite así? “Es que generan el dinero que ganan”, leí ayer. Falso. Les dan ese dinero y con él pueden ganar. “Es que así somos fuertes en Europa”, leí hace unas semanas a un periodista patriota. Falso. Con ese dinero sería fuerte en Europa hasta el recién ascendido Almería.

Nada hay más fuerte hoy que el fútbol alemán, donde la distribución del dinero de sus televisiones es de 2 a 1 entre el primero y el último, y en Inglaterra es aún menor; en España la diferencia es de 12 a 1. Una lluvia de millones que, en cualquier caso, no producen esas estrellas ni sus clubes.

Sea la selección, sea la Copa o la Liga, cadena que contrata sus partidos, cadena que pierde dinero. Ni la publicidad ni la audiencia les compensan la inversión. Una Liga, pues, que no es negocio televisivo ni competición futbolística. No me explico cómo Joaquín Almunia, comisario europeo de la Competencia, tan fino para vigilar las prácticas monopolísticas de las empresas, no se ocupa de este tongazo de Barça y Madrid. Y eso que es del Athletic.

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