En los astilleros de ‘Juego de tronos’
Canal + estrena el martes la tercera temporada de la premiada serie de la HBO
Para llegar a la armería de Juego de tronos hay que aterrizar en los astilleros de Belfast, atravesar salones donde la escala humana es un canon para pusilánimes, rodear el abominablemente hermoso trono de hierro, adentrarse en palacios renacentistas, cruzar talleres con donde se cosen y envejecen a mano vestidos y dejar atrás una sala con dragones guardados en cajas. Allí, entre ballestas, espadas y cuchillos de castración recibe Boyd Rankin, el armero oficial de Juego de tronos, que pudo dedicarse a su hobby de reproducción de armas históricas al alcanzar la edad de jubilación.
Rankin, de pelo y barba blancos como la nieve, empuña orgulloso de una de las armas que diseña. Un estoque elegante y pequeño que, sin previo aviso, clava en el pecho de un periodista incauto. Gritos ahogados, risas nerviosas. Por suerte, la hoja se hunde sobre sí misma y todo queda en susto. Pero la broma da a entender cómo se las gastan por los dominios de Rankin. “Hacemos dos versiones de cada espada”, explica sobre el rol de su equipo en la producción. “La más ligera es para las batallas”. Aunque algunos actores, como Richard Madden (Robb Stark), insisten en usar solo las más pesadas para ganar realismo. Es evidente que las armas, que van desde reproducciones de los siglos XV a XVII a fantásticas aceros de hielo, sientan las bases de muchas escenas. “En los nuevos capítulos Joffrey Baratheon tiene nuevo juguete y lo único que puedo adelantar es que no lo usará para nada bueno”, comenta un súbitamente cauto Rankin.
En este plató, tan frío que en postproducción hay que borrar el vaho de las conversaciones, se ultiman los detalles de la tercera temporada de Juego de tronos, que Canal + estrena mañana (21.30). La serie podrá verse en versión original o en español y con subtítulos en castellano o —como novedad— en inglés. La nueva entrega adapta la primera mitad de Tormenta de espadas, el tercer libro de la saga Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin y afronta su vuelta como la serie más pirateada del año pasado (fue descargada 4,2 millones de veces, la misma que la audiencia estadounidense estimada de cada episodio).
Los exteriores de esta temporada se rodaron entre las colinas de Belfast, Islandia, Marruecos y Croacia, pero es en el enclave de la capital norirlandesa en el que se solían pintar barcos donde tiene lugar el meollo de producción. Resulta peculiar que uno de los mayores éxitos de la televisión estadounidense (y mundial) tenga su base en una nave flanqueada por grúas. Todo un tanto para Irlanda del Norte, que no puede explicarse sin tener en cuenta los poderes de persuasión de su Gobierno, que ha aportado subvenciones de unos 3,7 millones de libras (4,3 millones de euros) para esta entrega a cambio de la generación de empleo, programas de aprendizaje de oficios y publicidad favorable para una zona con pasado conflictivo.
La serie es más que una fantasía épica, es un producto muy político
Los próximos capítulos traerán caras nuevas a escena y relatarán una crecientemente encarnizada lucha por el poder en Poniente. “Esta temporada es más grandiosa y más oscura”, sentencia Gwendoline Christie, que interpreta a la gigantesca Brienne de Tarth, durante una jornada de entrevistas en Londres. “Cuando crees que no puede pasar nada peor, sucede algo espantoso. Los efectos especiales son espectaculares. Y hasta el despreciable de Joffrey resulta fascinante”.
Resulta difícil superar las mordaces réplicas de Tyrionn, pero un más vulnerable Jaime Lannister, interpretado por el danés Nikolaj Coster-Waldau, es en esta ocasión el Lannister más mimado por los guionistas. “Para Jaime es una temporada muy épica. Claro que la anterior la echó atado a un poste”, bromea el físicamente imponente Coster-Waldau en la capital británica. “Jaime atrae porque no se disculpa por lo que es y eso resulta liberador. La respuesta inicial sobre él es que es un gilipollas y progresivamente se va ganando al público. Al contrario de lo que sucede con el protagonista de Breaking Bad”.
Si Juego de tronos es mucho más que una hábil mezcla de sexo y ultraviolencia, también es más que una fantasía épica. Las semejanzas de Poniente con el mundo el que vivimos trascienden pese a la magia, los dragones, los muertos vivientes y la alegre mezcla de época y referencias estéticas.
Liam Cunningham, que interpreta al leal Davos Seaworth, considera que el éxito de la serie tiene que ver con su disección de la naturaleza de los que mandan: “La serie es un producto muy político. Uno de los temas principales es la corrupción. Muestra a personas que deberían estar a cargo de su pueblo peleándose por el poder y olvidándose de su gente. La política es así. Es una serie con una visión cínica pero realista”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.