Bocazas
Cuentan que el verdadero poder detesta la publicidad y el exhibicionismo, transmite ordenes inapelables sin necesidad de alzar la voz
Cuentan que el verdadero poder detesta la publicidad y el exhibicionismo, no hace ostentación de nada material, transmite ordenes inapelables sin necesidad de alzar la voz ni recurrir al tono intimidatorio, solo conocen su rostro los familiares, los amigos y aquellos que ejecutan sus designios, no aparece jamás en la televisión. Y, por supuesto, sobrevive a cualquier tipo de crisis y también las crea si eso le conviene. Sin detenerse en algo tan vulgar como calcular los muertos. Sin pruebas que le incriminen, colocando a sus peones estratégicamente en los templos de la economía, de la política, de la cosa pública.
Los bocazas que anhelan frecuentar las primeras planas, aunque posean un imperio, es probable que acaben pisando el degradante trullo. Le ocurrió al emperador Capone. No le detuvieron por sus crímenes, ni por tener en nómina a policías, políticos y jueces, sino por algo tan prosaico como intentar escaquearse de pagar a Hacienda. Y existiría la justicia poética si un burlón ancestral de la justicia como Berlusconi descuidara algún resquicio penal y fuera internado durante un tiempo en la jaula, aunque sabemos que esta sería de oro y provisional. Pero vete a saber. El pueblo llano puede ser tan surrealista que cuando le visite la muerte debido a su provecta edad o a excesos químicos para alimentar la libido, es capaz de embalsamarlo para hacerlo inmortal, como a otros salvadores de patrias.
Resulta obsceno que un delincuente de altura como Diaz-Ferrán, aquel honorable presidente de los empresarios, ofreciera la solución para arreglar España. O sea, que los currantes trabajaran más y cobraran menos. Ese deslumbrante hallazgo supera las teorías económicas, pertenece al campo de la filosofía pura y dura. También resulta escandaloso escuchar las antiguas declaraciones del bróker Ivan Yáñez sobre la naturaleza de los mercados. Según su docta opinión representan a los curanderos y médicos que salvan al enfermo de la gangrena amputándole determinado miembro. Con dos cojones. Este hombre sabio es el mismo que ha ejercido como testaferro de Barcenas en su sórdida movida suiza. Los gangsters tambien se empeñan en ser famosos y exhibir doctrina.
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