Este hombre creó el sonido de los ochenta
Jeff Lynne, el que fuera líder de Electric Light Orchestra, regresa con dos álbumes
Jeff Lynne nunca ha visto Xanadu, o eso dice al menos. “Algunas partes sí, pero no entera. Era bastante… rara”, avisa por teléfono desde California. Y tanto. En la transición entre los setenta y los ochenta el musical cinematográfico vivía un momento de exaltación en el que todo parecía posible. El colosal éxito de Fiebre del sábado noche y Grease había creado dos estrellas estratosféricas: John Travolta y Olivia Newton-John. En 1980 a alguien le pareció una idea genial unir a esta última y a Gene Kelly, astro del género en los cincuenta, en un delirio camp en el que la bella australiana y el actor de 68 años bailaban sobre patines en una roller disco. Para componer las canciones se necesitaba a alguien de primera categoría. Un nombre de un atractivo comercial innegable: ahí fue donde entró Electric Light Orchestra, ELO, de la que Jeff Lynne era el líder.
Ahora ELO es poco más que un recuerdo, pero entonces era una de las bandas más grandes del mundo. En 1979 habían publicado Discovery, su octavo largo, en el que fusionaban el sonido disco con el rock para adultos y que les dio su primer número uno en Reino Unido. “Fue enorme, sí. Pero no estaba planeado. Todavía me sorprende. El otro día leí que fuimos el primer grupo en tener cuatro sencillos y tres álbumes en el top ten de Reino Unido. Y me entero ahora”, recuerda Lynne, que a pesar de residir en Estados Unidos desde hace varias décadas aún mantiene el acento de su Birmingham natal.
Con 64 años vive en un cómodo semiretiro en su mansión de Beverly Hills. Hace tiempo que ELO es simplemente él. “Me encanta ser un grupo de una sola persona”, reconoce. Y hace lo que le apetece. Por ejemplo, publicar dos discos al mismo tiempo. El primero se llama Long wave. “Son canciones que escuchaba en la radio cuando era niño. Temas de mi infancia, que me recuerdan a mi padre”. El segundo Mr Blue Sky, The Very Best of Electric Light Orchestra son 12 éxitos del grupo con el que vendió 50 millones de copias, que ha vuelto a registrar. “Era un productor inexperto cuando las hice y con el tiempo habían perdido brillo. Por eso decidí volver a grabarlas para ver si recuperaban su luz original. La primera, a modo de prueba, fue Mr Blue Sky. Y el resultado sonaba mucho mejor que el original, así que continué y estoy muy contento con ello. Han pasado 35 años desde mis comienzos. He aprendido mucho”.
Cuarenta realmente desde que ELO publicó su primer éxito. “Con 20 años era una persona muy ambiciosa a quien nada detenía. No es que quisiera ser grande, pero quería sonar en la radio, llegar a la mayor cantidad de gente posible. Si no te gusta lo que haces no le va a gustar a nadie. Soy un perfeccionista y el principal crítico de mi trabajo”.
Xanadu fue el canto del cisne del grupo. En 1986 lo disolvió y aunque hubo posteriores reencarnaciones nunca volvió a ser tan enorme. “Nunca me arrepentí de aquello. Cuando disolví ELO me llamó George Harrison para producir Cloud nine y esa fue la transición más fabulosa que podía imaginar”.
Aquel disco resucitó al exbeatle. Y cerró un círculo abierto mucho antes. En 1968, Lynne estaba en Londres grabando el debut de su banda de entonces, The Iddle Race. Un técnico les cuenta que The Beatles estaban trabajando en los estudios Abbey Road, en lo que sería The white album y les pregunta si quieren ir a verlo. “Eran mis ídolos. Fue tan excitante que no dormí durante días. Años después le pregunté a George si recordaba a aquel imberbe al que le se le caía la baba cuando le miraba tocar con John Lennon, pero por supuesto no se acordaba”.
Cloud nine significó además la consagración de Lynne como el productor más importante de la época. Ese sonido ampuloso, de guitarras cristalinas muy bajas, armonías vocales muy altas y teclados engolados que muchos asocian con los ochenta es su creación. Hubo un momento a mediados de la década en el que parecía que en la radio todo sonaba a la ELO. Lo curioso es que ahora su rastro es más sencillo de seguir en bandas como Phoenix o M83 que en las listas de éxito. “Mentiría si dijera que me di cuenta, pero también si asegurara que eres el primero que me lo comenta. Me convertí en un productor a tiempo total y resultó que tenía talento. Llegué a tener tres discos en lo más alto en Estados Unidos al mismo tiempo. Que en esa liga era algo realmente increíble”.
Si aquel sonido tuvo una obra cumbre esa fue los dos álbumes de un supergrupo que se llamó The Travelling Wilburys: “George me telefonéo una noche y me dijo: ‘Oye, tío ¿y si montamos un grupo?’ Y yo le contesté que claro, pero que si había pensado en alguien más. ‘Bueno, si tú llamas a a Tom Petty y Roy Orbison, yo puedo convencer a Bob Dylan’. Lo mejor es que fue todo completamente espontáneo. No tuvo nada que ver con el negocio, nunca. Éramos simplemente cinco amigos tocando la guitarra y pasándolo bien. No hubo ninguna discusión. No había egos allí. Lo echo de menos”.
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