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David Trueba

Los padres españoles cantan a sus hijos una nana en voz bajita por miedo a que entre en el dormitorio un cobrador de la SGAE y les exija derechos de autor. Sería bueno reflexionar sobre cómo esta psicosis colectiva se instaló en nuestro país. Puede que los gestores hayan recurrido a premiar con porcentajes e incentivos a los recaudadores y que alguien esté empeñado en que la persecución sea indiscriminada, igual que ha ocurrido con ayuntamientos e instituciones del estado, que fríen a sus ciudadanos con tasas, multas y estrategias recaudatorias.

Pero la mala imagen de la Sociedad General de Autores no puede deberse solo a errores propios. Nadie cuenta cómo en muchas ocasiones se ha hecho cargo del entierro, las deudas, el coste de la residencia o la operación de cataratas de tantos autores que terminaron en la indigencia. Tampoco participar en la promoción cultural, festivales y conciertos la redime. Muchas empresas de medios querían liberarse de pagar a la entidad y a la hora de informar sobre el derecho de autor actuaban como si la crítica de toros se la dejaran escribir a la Asociación Antitaurina.

Vuelve a ocurrir con la multa de Competencia por el cobro en bodas. La prensa ha tratado el asunto con gozosos titulares que transmitían la idea de que cobrar derechos por la música utilizada en las fiestas nupciales era algo ilegal. Era complicado que le llegara al espectador la verdad. La tarifa de poco más de un euro por invitado en compensación por las siete horas de canciones y baile no queda en entredicho, sino que se exige un mecanismo riguroso y transparente para el cobro. Y así entre los miles de euros que pagan los anfitriones por el banquete de bodas, incluida la propina al sacerdote y la tarifa del dj, se refrendaba que el autor de La chica Ye-Ye o sus herederos se merece el céntimo de euro que les corresponde. Como ocurre siempre que se habla de este asunto, la idea transmitida en los medios resulta mucho más perversa, dañina y dolorosa. Alimenta la psicosis del padre que esta noche cantará a su hijo en voz bien bajita porque si no viene el lobo y les cobrará.

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