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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Campeones?

Contaba Cohn-Bendit que se le llenaban los ojos de lágrimas cuando la selección francesa perdió contra los alemanes

Carlos Boyero

Contaba Cohn-Bendit, aquel señor judío con vocación incendiaria, medio alemán y medio francés, abominador de todas las patrias, líder de aquella revuelta sin muertos en el mes de las flores que puso tan nervioso al estado francés, que vivió con estupor la paradoja de que se le llenaban los ojos de lágrimas cuando la exquisita selección francesa perdió contra los panzers alemanes (como olvidar al feroz rottweiler Schumacher, aquella bestia gélida y disfrazada de portero, que envió arteramente durante tres meses al hospital a Battiston) en la semifinal del Mundial de España. La fuerza había vencido a la belleza, volvieron a ganar como casi siempre los villanos. Y el radical, el intelectual libertario que tenía claro en que consistía el opio del pueblo, se sintió tan desolado como esos ultranacionalistas a los que tanto detestaba.

Haces agradecida memoria de las proezas de esta selección que tanto placer ha otorgado no solo a sus compatriotas (excluyo a Bildu y a Esquerra, muy nerviosos ante la posibilidad de que los niños de su oprimida patria se identifiquen con el rojerío imperialista) sino a cualquier persona que le guste el fútbol y descubres que hace cuatro años la tormenta era inminente en este país, hace dos ya existían tres millones de parados y en este momento ni se sabe. Y mañana... Pero mucha gente se sintió campeón de Europa y del mundo, campeón de algo. Es posible que se fortaleciera durante unas horas el abatido ego, que llegara la alegría momentánea cuando todo invita a la depresión. Y Zapatero, el timonel que negó imperdonablemente la llegada de ese monstruo llamado crisis, se sentía radiante ante la euforia y el orgullo del pueblo. Aunque la cuenta corriente del personal fuera sombría y asfixiaran las impagables hipotecas, nuestro deporte había alcanzado por fin el esplendor.

Si España ganara a Alemania en la hipotética final, es probable que la mezquindad política vendiera esto como un triunfo de nuestra subyugada nación sobre la estranguladora Merkel. Y Rajoy, ese señor tan enfermizamente mentiroso intentaría capitalizarlo. Sería bonito que ganara España. Y mucho más si al celebrar la victoria, la gente abroncara a cualquier político que pretendiera colarse en esa foto gloriosa.

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