Ruleta
De todos los personajes implicados en el megaproyecto Eurovegas nos quedamos con Sheldon Adelson. Un tipo listo, que figura como la tercera fortuna de EE UU. Poner a competir a Madrid contra Barcelona delata la inteligencia emocional, expresión de una cursilería apabullante, de este personaje. Ha activado una maquinaria imparable, porque aunque compitieran por un cementerio nuclear, la copa de ciclismo con chapas o el champiñón más grande del otoño, las dos capitales se olvidan de todo con tal de ganar. Hay que conocer muy bien los resortes de la competitividad, intrínseca al mundo infantil en el que vivimos, para accionarlos con tanto descaro y que la jugada le salga a pedir de boca.
Además, Adelson muestra una sagacidad abrumadora. Le ha puesto a España frente a los ojos una oferta de varios cientos de miles de empleos. Ahora mismo ofrecerle a los gobernantes españoles puestos de trabajo es tan eficaz como presentarle a Angelina Jolie a un niño huérfano. Lo adopta sin duda. Lo gracioso del asunto es que la izquierda se posiciona en contra por los elementos éticos: enriquecerse con el vicio ajeno, promover las adicciones, santificar la riqueza sin esfuerzo y fomentar la prostitución. Exactamente derivas que deberían ofender a los dirigentes democristianos en el poder tanto en Madrid como en Catalunya. Pero no, estos dirigentes liberales y no intervencionistas ya han ofrecido una panoplia de subvenciones, expropiaciones, cesiones estatales y ventajas fiscales, es decir, la habitual agenda de los partidos de izquierda y no de quienes presumen de que el estado no debe ser intervencionista. Y es que el dinero pone el mundo patas arriba.
Miguel Ángel Aguilar recordaba en su tribuna los tocomocho que se han tragado los dirigentes españoles. Los mismos que juraban que había pasado el tiempo de aeropuertos sin vuelos y trenes sin pasajeros, como si hubiéramos sido nosotros quienes los fomentamos. Pero ha sido el consejero Mas-Collel el que ha llegado más lejos, al comparar la decisión de Adelson, prevista para abril, con la concesión de los Juegos Olímpicos. Ni el articulista más bestia y desacomplejado se había atrevido, hasta ahora, a decir tan claramente que el deporte profesional es un exprimido juego de casino. Por todo ello, Adelson, te recibimos con alegría.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.