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El despojo

Juan Cruz
Una imagen promocional de 'Amar en tiempos revueltos'
Una imagen promocional de 'Amar en tiempos revueltos'

Un país se hace y se deshace en seguida, si uno quiere y los otros lo dejan. Basta que le aflojes unas cuantas clavijas, entre ellas las de la tele, para que el país se descuajeringue.

Ahora estamos, precisamente, en la maniobra del despojo de la tele estatal, que es tan fácil de desmontar como difícil de montar de nuevo. Lo primero que pasó, cuando empezaron a producirse los recortables sucesivos, fue anunciar que a la tele le quitaban doscientos millones de euros; y a partir de ahí empezaron las especulaciones como monedas en un tragaperras: acabarían con las series, entre ellas Cuéntame o Amar en tiempos revueltos, que ya son iconos (bastante singulares, pues cuentan la historia) de la España que mira la tele, que es casi toda España. Algo parecido en Inglaterra, o en Suecia, hubiera levantado miradas de asombro, y cierta solidaridad institucional. Pero aquí ese anuncio de los renuncios se ha recibido con cuchicheos regocijados.

Como si montar y desmontar fuera tarea de cirujanos implacables, la tele ya conoce, y en todas las épocas, maniobras de destrucción masiva que han tenido serias consecuencias. Hubo una época, que ojalá no vuelva, en que el Gobierno que sucedió al Gobierno de Felipe González se dedicó a sacar provecho propio (CCOO, Urdaci, Buruaga, MAR y compañía) de la tesis informativa, para que entrara sólo el ámbito de su medicina, de modo que el dial era como el dial que luego se refugió en ciertas TDT para decir que este país no tenía remedio. Después hubo una ley que discernía el poder institucional como si esto fuera Inglaterra y nos hicimos la ilusión de la BBC. Ahora ya la BBC es una ilusión lejana, y vuelven los troyanos con su caballo a tratar de quemar las naves de aquella legislación que, de todos modos, alumbró, hélas, el mayor recorte de la historia: cinco mil empleados que, porque ya habían superado la cincuentena, dejaron de prestar su experiencia al proyecto...

Ahora el recorte se ha anunciado con mucho aspaviento y con nombres y apellidos propios: las series. Como si la parrilla fuera de quita y pon y la tele del Estado pudiera sobrevivir, sin más, a esa aspa de molino que ha empezado a moverse.

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