Iván Poduje: “En Chile hay más homicidios que nunca y la élite, en Narnia, haciendo una nueva Constitución”
El urbanista publica ‘Chile tomado’, su segundo libro tras sus crónicas del estallido social de 2019, en el que aborda las “patologías sociales y políticas” que vive el país sudamericano, como las usurpaciones de terrenos y el crimen organizado
Su primer libro, Siete Kabezas, Crónica urbana del estallido social, de octubre de 2020, vendió más de siete mil ejemplares. Tres años después, el arquitecto chileno y magíster en Desarrollo Urbano, Iván Poduje (Santiago, 55 años), ha lanzado Chile tomado, también por Uqbar Editores. Es un ensayo crudo, donde aborda lo que denomina como las “patologías” que experimenta el país sudamericano, asediado, dice, por distintos grupos que, tras la revuelta de octubre de 2019 y desde la pandemia, comenzaron a crecer. Por ejemplo, ahonda en la irrupción de bandas del crimen organizado; en los “traficantes de terrenos” y el avance del comercio ilegal que traído violentas disputas las calles.
Poduje, que se declara un “viudo de la Concertación” —la coalición de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010—, recorrió varios asentamientos en Chile y constató en terreno lo que ya señalan las cifras: que los campamentos precarios casi se han triplicado en cuatro años. “Hay muchas cosas que me rompieron el corazón, y eso que ya lo tengo curtido: los jardines infantiles abandonados, los consultorios blindados, los blocks (edificios sociales) enrejados; las áreas verdes convertidas en tierra; las favelas que tenemos en el norte donde los niños no tienen nada y hay guarderías informales”. Y agrega: “Tenemos dos países: uno que sufre y otro que flota en un universo donde todo funciona”.
Pregunta. ¿Por qué cree que Chile está “tomado”?
Respuesta. Porque hay una parte importante que está fuera del control del Estado, tomado por organizaciones que funcionan con una estructura de poder que, en muchos casos, es una estructura criminal. Es un Chile tomado por sectores que constituyen una amenaza para la paz social y la estabilidad política y económica.
P. En su libro dice que hay ausencia del Estado en muchos aspectos.
R. Primero, hay un crecimiento urbano informal y jerarquías de poder que son paralelas y en grandes extensiones. Lo segundo son las usurpaciones, con la aparición de ciudades informales, porque que ya no solo son en los barrios. En la frontera norte, por ejemplo, en ciudades estratégicas para la economía, como Iquique o Antofagasta, tenemos crecimientos gigantescos mediante invasiones o usurpaciones donde hay mafias dedicadas a tomar esos terrenos y venderlos. Un tercer tema es cómo todo esto ocurre porque Chile queda nockeado producto de las crisis que nos han golpeado desde 2019. Y eso ha hecho una diferencia con gran parte del mundo, porque nosotros, antes de la pandemia, tuvimos el estallido social.
P. ¿Cómo afectan a Chile ambos hechos?
R. En que el Estado y todas las instituciones que tienen que ver con la seguridad, la estabilidad y el crecimiento económico, quedan agotadas. También, la fuerza policial queda brutalmente diezmada y la capacidad de control del Estado, nula. Y, cuando la ciudad se cierra por la pandemia, todas las patologías se expanden a una velocidad gigantesca. Son patologías sociales y criminales que venían a fuego lento, pero con el estallido se aceleraron muchísimo.
P. ¿Desde cuándo vienen estas patologías que describe?
R. Ninguna viene desde 2019. Por un lado, tenemos la segregación urbana, que es la agrupación de bolsones de pobreza en sectores importantes de la ciudad sin servicios. Y ahora el control territorial de bandas de narcotráfico y de crimen organizado; el desplazamiento de los crímenes a la zona centro de Santiago, algo anómalo y muy peligroso, y la deserción escolar. También, se acentúa la violencia intrafamiliar por el estrés al interior del hogar (en las cuarentenas) por el hacinamiento. Entonces, este un país que sufre mucho por la suma de estas crisis, pero que se vio anestesiado por los retiros de fondos de pensiones (durante la pandemia), que generaron una inyección de plata gigantesca que bajó un poco el dolor hasta que se acabó la plata. Pero provocaron inflación.
P. En su libro cuestiona este segundo proceso en Chile de una nueva Constitución. ¿Por qué?
R. Es que me parece una falta de respeto con las personas, porque en el primer proceso les prometieron que con la Constitución iban a arreglar todos los problemas del estallido, pero no lo hicieron: siguen los hacinamientos, las listas de espera en salud, la violencia en las escuelas y en los barrios. Pero siguen ofreciendo constituciones como fumaderos de opio. Es absolutamente delirante el nivel de desconexión que tienen todos los sectores, primero los de la izquierda y ahora los de la derecha. Porque hoy está toda la derecha imbuida tratando de vender esto que, insisto, es una falta de respeto para quienes han sufrido dos crisis consecutivas. La Constitución no va arreglar nada y, como la clase política chilena tiene dificultades para caminar y mascar chicle al mismo tiempo, sigue totalmente centrada en esto y ha abandonado los temas centrales.
P. ¿Cómo explica el estallido social a cuatro años desde que se produjo?
R. Es lo mismo que está pasando ahora, porque tenemos dos países: uno que sufre, donde se vive esta violencia, este temor, ese Estado paralelo, y otro que flota en un universo donde todo funciona, en el que no hay hacinamiento ni segregación; en el que las muertes de la pandemia fueron pocas; en el que no existe el terrorismo de la macronza sur. Este un país pequeño, donde hay cinco o seis comunas, de 350, en las que viven todas las personas que toman decisiones, es decir, lo mismo que ocurrió en el estallido social. Esto tiene un origen urbano, que es la autosegregación de las élites que crean un microclima que distorsiona la realidad que se vive fuera.
P. Si mira hacia atrás,¿cuáles eran las demandas sociales principales en 2019?
R. La mala calidad de las prestaciones públicas, como las listas de espera para viviendas y salud, además de la violencia en las escuelas. También, mucho delito e inseguridad. La gente comenzó a ver que sus problemas y demandas no eran escuchadas. El estallido fue por un efecto combinado de factores, como lo explico en 7 Kabezas, y esas fuerzas se desataron como un desahogo. Todo eso, aprovechado por agresiones criminales que se apoyaron en esta protesta social para hacer sus fechorías. Luego la gente renunció a la violencia, la criticó, pero estas fuerzas la siguieron empujando hasta que llegó la pandemia, que volvió a golpear a las mismas personas que habían reclamado. Después vino la migración descontrolada, que la golpeó de nuevo. Es muy terrible eso, porque el descontrol migratorio ha afectado a los mismos hogares que fueron los más afectados por el estallido y la pandemia, que son los sectores populares y de clase media.
P. Dice en su libro que el estallido social fue idealizado. ¿Fue por solo un sector político o más amplio?
R. Por una parte, lo idealizaron los políticos de derecha, pensando que era un ataque cubano de izquierda y, por otra, el Frente Amplio (al que pertenece el presidente Gabriel Boric) y el Partido Comunista, que traataron de botar al Gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022). También los artistas, que se inventaron una revuelta de mentira y le hicieron poemas a la violencia. Y los empresarios, que se enclaustraron en sus empresas y nunca entendieron lo que ocurría y trataron de hacer puentes sociales artificiales más bien buenistas. Eso explica por qué también en este proceso constitucional han tenido una actitud paternalista. Entonces, al final las personas que viven en estas cinco o seis comunas, que son las que dirigen el país, nunca entendieron bien ni el estallido ni el impacto de la pandemia ni la crisis migratoria.
P. Usted señala entre las principales demandas de Chile, la seguridad. Y la campaña de candidaturas de este proceso constitucional, la ofreció, en especial las derechas.
R. Es como vender un auto usado que está todo fallado como si fuera Ferrari. Porque cualquier cosa que se prometa en la Constitución va a demorar años en implementarse y nosotros necesitamos resolver el problema de la inseguridad, de la migración, de la vivienda y de la salud, en meses. Y mostrar respuestas y señales de recuperación, en meses, no en años. Entonces, cuando escuchas a convencionales diciendo que la migración irregular se va a corregir con la Constitución, están mintiendo a las personas.
P. ¿A qué atribuye la desconfianza que indica la mayoría de las encuestas con este proceso?
R. A estas razones. Los chilenos nos dimos cuenta de que era mentira el primer proceso, por eso se rechazó. Pero estos tipos siguieron con un segundo. Esto, mientras el país está tomado por estas organizaciones criminales y las prestaciones del Estado siguen no resueltas. Entonces, es muy indignante ver que esta gente no entiende el país donde vive y tiene poca empatía con quienes están sufriendo.
P. Ha dicho que después del estallido Chile es un país más violento y segregado. ¿Por qué?
R. Sí, y en el libro lo demuestro con datos: tenemos más déficit habitacional que nunca; más campamentos que nunca; más homicidios que nunca; el PIB caído; el desempleo aumentando y la élite chilena está en Narnia haciendo una nueva Constitución. Es una locura. En el momento en que estamos, no sirve de nada una nueva Constitución, porque los problemas que tenemos requieren de acciones inmediatas, de proyectos de ley para reforzar la capacidad del Estado, para invertir en los sectores abandonados, para romper las brechas con consultorios de salud colapsados. Tenemos que trabajar pensando en meses y eso es lo que no han logrado entender. La centroderecha está convencida de que la Constitución va a traer estabilidad, pero ¿cómo va a traer estabilidad si en el norte de Chile tienes las fronteras desbordadas y en el sur hay grupos terroristas amenazando fiscales y jueces y matando policías?
P. Al juntar todas las crisis, su libro parece muy pesimista.
R. Es que cuando ves la epidemia de homicidios en las calles, y que la comuna de Santiago es una de las que tiene más en el país, uno se pregunta por qué están matando tanto. Y es porque hay un control para el tráfico y almacenaje de droga. Y esto ocurre en el barrio Yungay, donde vive del presidente de la República, uno de los barrios patrimoniales más importantes. Hasta hace seis años Yungay era una taza de leche y hoy los vecinos viven aterrados. No estamos hablando de asaltos, sino de homicidios. Por ahora es gente que pertenece a bandas, por ajuste de cuentas, pero si uno ve la experiencia de Perú y Colombia, lo que sigue ahora, por secuencia lógica, son los secuestros de la población civil, porque extorsiones ya hay a los comerciantes. Luego, viene infiltrar al Estado. ¿Y qué está haciendo la clase política gobernante? Hablando de la Constitución. Es una locura de la izquierda y la derecha.
P. En su libro describe problemas que vienen de hace años, pero sus críticas se concentran en el Frente Amplio y el Partido Comunista. ¿Por qué?
R. Mi problema con el Gobierno y el Frente Amplio es por el uso que hicieron de la violencia para llegar al poder y por su idealización de todas las patologías que afectan a Chile y por eso les dedico hartas páginas.
P. ¿A qué se refiere con el uso de la violencia para llegar al poder?
R. En el sentido de tratar de botar a un presidente electo en democracia en base a una mentira, que era la violación sistemática de los derechos humanos por parte de (Sebastián) Piñera. La usaron para quebrar la democracia y llegar al poder. Eso, si bien no es un golpe de Estado como dijo Piñera, es éticamente impresentable. Usaron la violencia, que nunca controlaron, en un tema especialmente sensible para la izquierda, como la violación a los derechos humanos. Y en Chile costó mucho recuperar la democracia y tú no puedes llegar al poder usando las turbas.
P. ¿Qué soluciones ve para este Chile “tomado”?
R. Necesitamos es un presidente, una coalición de Gobierno, que se concentre exclusivamente en solucionar todos los problemas que tenemos. Y no es solo con policías, que lo digo en el libro. Es una estrategia de seguridad nacional y de integración social. De ir hablar con las personas y escucharlas. Y así recuperar la empatía que los políticos han perdido con la gente, que está cortada. Y cuando tú la sientes, vas a trabajar todo el tiempo para reducir esas brechas. Esa es la única manera.
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