_
_
_
_
_

Cien balas en la escena del crimen: cómo cambiaron los homicidios de Chile

Detrás de las cifras, que muestran que en seis años la tasa de asesinatos se duplicó, hay nuevas bandas que disparan ráfagas a un sola víctima, y desde un auto o varias motos. El policía Jorge Abatte, con 25 años en la Brigada de Homicidios, es testigo directo de cómo evolucionó la criminalidad

Jorge Abatte, prefecto de la Brigada de Homicidios Metropolitana Sur, en el cuartel de la PDI de Santiago, Chile.
Jorge Abatte, prefecto de la Brigada de Homicidios Metropolitana Sur, en el cuartel de la PDI de Santiago, Chile.sofia yanjari
Ana María Sanhueza

No es que hace una década fuera fácil investigar un homicidio en Chile, sino que lo complejo es hacerlo hoy.

Lo sabe bien el prefecto Jorge Abatte (Curicó, 48 años). Con dos décadas y media en la Brigada de Homicidios (BH) de la Policía de Investigaciones de Santiago, ha sido testigo directo de cómo ha cambiado la escena del crimen y de cómo pasaron de buscar a un sospechoso, que generalmente tenía relación con la víctima, a perseguir a cientos que no saben quiénes son. En Chile se les llama imputados desconocidos y, según el fiscal nacional, Ángel Valencia, en un periodo de seis a siete años los casos de este tipo pasaron de un 16% a un 40%. “Eso es muy grave”, ha dicho. A ello se suma el alza en la tasa de asesinatos del país por cada 100 mil habitantes, de la que el fiscal ha informado que si en 2016 era de 3,6 puntos, en 2022 llegó a siete.

Es una tarde fría y gris de otoño en Santiago. Abatte lleva puesto un impecable traje azul oscuro que parece no arrugarse nunca pese a que ha tenido una jornada extremadamente ajetreada en la que ha corrido de reunión en reunión y entre un cuartel y otro por la ciudad. El suyo es el de la BH del área metropolitana sur de Santiago, una de las zonas de la capital de Chile donde históricamente se han cometido más crímenes, pero ya no es la única. Es el mismo sector que el Gobierno del Presidente de izquierdas Gabriel Boric eligió para comenzar una nueva política de demolición de mausoleos que amigos y familiares de narcotraficantes y asaltantes han empezado a levantar en las calles y plazas para homenajear a los delincuentes fallecidos en disputas de bandas rivales.

Abatte acaba de pasar unos días en Madrid en un curso de escena del crimen avanzado que impartió la Policía Nacional de España. Son experiencias que, dice, sirven mucho y que si bien pueden aplicarse, no se copian, pues cada país tiene una realidad distinta, aclara. Y la de Chile pasa por un momento complejo. Por ejemplo, si el fin de semana pasado hubo 10 asesinatos en Santiago, hace dos semanas, en la Alameda, la principal avenida de la capital de Chile, fue hallada la cabeza de un hombre envuelta en una bolsa. Unas cuadras más allá estaban repartidos los demás restos, en dos calles distintas. Hasta hace una década, la aparición de una cabeza habría sido la portada de los periódicos por varios días.

Un cuchillo y una que otra bala

El policía recuerda que cuando entró a la Brigada de Homicidios en 1996, la escena de crimen solía ser relativamente evidente. A diferencia de lo que ocurre hoy, que la mayor parte se comete en la vía pública y con armas de fuego, los asesinatos eran perpetrados en sitios eriazos, cerca de ríos y canales o en el interior de las casas o bares. “Había hallazgos de cadáveres por arma cortante y a veces tenían impactos de bala, pero eso era esporádico. También podían encontrarse objetos contundentes en forma casi espontánea en el lugar, como piedras, palos o fierros, que era con lo que se agredía”, dice el policía a EL PAÍS. “El móvil iba asociado, principalmente, a una riña o pelea que se daba en el momento. Y eso generaba una discusión que se transformaba en una persona fallecida. Pero siempre en forma circunstancial, asociado a una fiesta, a una pelea entre vecinos o dentro de una población (barrio)”.

Jorge Abatte
Jorge Abatte, al exterior del cuartel de la PDI de Santiago, Chile. sofia yanjari

Cuando comenzaban a investigar, recuerda que muchos de los móviles de los crímenes estaban ligados a un imputado conocido. “Llegábamos al sitio del suceso y nos abocábamos al trabajo con el cuerpo. Dentro de esa labor científica-técnica, los detectives además se ponían a empadronar a vecinos, conocidos y familiares. Inmediatamente, salía que el homicidio había sido en una fiesta o en una pelea con los vecinos. Por ende, había un conocimiento previo entre víctima y victimario. Y eso hacía que la investigación, pese a ser compleja, ya por lo menos tenía una línea investigativa concreta que hacía que avanzara mucho más rápido”.

No hay fecha exacta, con día y mes, para señalar cuándo cambió la forma de cometer homicidios en Chile, pero sí un avezado criminal ayuda a contar la historia del antes y después en Chile: Juan Luis Mujica Hernández, alias el Indio Juan, asesinado en 2006 con un arma cortopunzante al interior de la cárcel del municipio de San Miguel, precisamente en la jurisdicción en que la que trabaja Abatte.

Cuando el Indio Juan vivía, recuerda el policía, comenzaron los primeros indicios de dinámicas de homicidios ligados a drogas y armas de fuego. “Es una triada que marcó la pauta nacional, porque le dieron mucho auge. En cambio, ahora casi no sería noticia”, dice Abatte. “Eso generó que nosotros como policía empezáramos a cambiar nuestra estrategia investigativa y vincularla no solo a un área de homicidios, sino que en forma multidisciplinaria”.

Para el policía, la de Mujica, para sus tiempos, era un tipo de criminalidad de clanes familiares dedicado al microtráfico de drogas y cuya característica era defender la esquina donde vendían droga. “Estaban asociados a temas territoriales, pero a menor escala. No como ahora, que defienden un sector geográfico, que puede llegar a ser una población completa (con miles de habitantes)”, cuenta. Hoy, explica, eso está asociado a una estructura en la que distintas personas o grupos cumplen diversas funciones: unos bridan seguridad; otros transporte; unos acopio de droga; otros guardan las armas.

“Eso antes no ocurría, hoy todo está externalizado. Por ejemplo, si se detiene a alguien, tiene la droga, pero no las armas. Y si me allanan, no van a encontrar nada. Eso es lo que tiene el crimen organizado que tenemos hoy, porque para desbaratar una estructura criminal, es más complejo”, dice. “Hoy usamos un parámetro de investigación más potente: identificar bandas para no solo en esa casa o esa cuadra, sino en la población completa. Ha sido un cambio de paradigma investigativo”.

El comienzo de las ráfagas

Para el jefe de la BH, es entre 2005 y 2010 que la Policía de Investigaciones visualizó el uso cada vez más frecuente de armas de fuego en los homicidios. “Eso evoluciona rápidamente, pues en la década de los 90 se utilizaban armas blancas”. Es a partir del 2010, añade, “pero sobre todo en los últimos cinco años, en que se ven armas que tienen alterados sus mecanismos para hacer que disparen en forma automática, en ráfagas. Y, apretando una sola vez el disparador, sale una multiplicidad de proyectiles en pocos segundos. O también pistolas a fogueo, que las adaptan. Eso antes no se veía”.

Abatte sigue: “Ahora también hemos visto armas largas, tipo subametralladoras, o armas de guerra propiamente tal. Y eso es propio de organizaciones criminales que empiezan a tomar mayor fuerza, pero que hemos ido desbaratando”. “Hay un cambio en la violencia, una escena del crimen que tiene tipos de evidencia asociados a nivel balístico y de vehículos que participan en estas muertes violentas”.

Detectives de la Policía de Investigaciones trabajan en el sitio donde se encontraron a dos personas muertas, en Santiago.
Detectives de la Policía de Investigaciones trabajan en el sitio donde se encontraron a dos personas muertas, en Santiago.NurPhoto (Getty Images)

En esta nueva escena del crimen, explica, en los últimos años encuentran “vainillas o proyectiles para la muerte de una o más personas en un lugar. Es una multiplicidad de evidencia que habla de la violencia empleada que tiene que ver con que ya no dispara solo un sujeto, sino que varios a uno y con armas modificadas”.

Y agrega: “Hoy utilizan vehículos, algo que no ocurría. Andan cuatro sujetos: disparan tres, menos el conductor. Y lo hacen hacia otro que está parado en una esquina o hacia otro auto”. “También tenemos hartos homicidios en los que hay motos involucradas y más de un sujeto participando y con armas de fuego”.

El cambio en la escena del crimen ha sido tal que, cuenta, han encontrado en un solo cadáver, más de 10 balas. “Y sitios del suceso con 80 a 100 evidencias balísticas en el mismo lugar, para una o más personas”.

Por eso, insiste Abatte, hoy no basta solo un policía experto en homicidios. “Hay equipos multidisciplinarios, trabajo científico-técnico, análisis e investigación criminal, inteligencia y nuevas estrategias investigativas”.

Es la nueva realidad del homicidio en Chile, que hoy, a diferencia de hace algunos años, se producen en pleno centro de la capital. Y en algunas zonas del país, como en el norte, de formas escalofriantes. Hace solo algunos días, la Fiscalía confirmó la muerte de dos extranjeros en Arica: los enterraron vivos envueltos en bolsas de plástico y encima les pusieron cemento.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_