Efecto mariposa en el PP valenciano
Barcala y Mazón, con la complicidad de la dirección nacional, trabajan el asalto alicantino al partido que dirige Isabel Bonig
La fulminante destitución del histórico Alfonso Alonso como candidato del PP en el País Vasco ha sido como el batir de las alas de una mariposa, sutil movimiento capaz de provocar un huracán en otra parte del mundo. Es lo que se conoce como efecto mariposa, concepto vinculado a la Teoría del Caos y explotado con éxito cinematográfico hasta la saciedad.
El huracán se ha sufrido en el PP valenciano (PPCV). Caliente aún el cadáver político de Alonso, noqueados la mayoría de dirigentes populares debido a las formas empleadas por Pablo Casado para el jaque mate, los más espabilados entre los peperos valencianos corrieron rápidos y astutos a posicionarse junto a su líder para cerrar filas en torno a su estrategia: la alianza del PP con C’s.
Entre los más tempraneros, el alcalde de Alicante, Luis Barcala, y el presidente de la Diputación alicantina, Carlos Mazón. Ambos le “madrugaron” a la lideresa Isabel Bonig, poco partidaria esta de replicar en la Comunidad Valenciana la política de alianzas con C’s; esta estrategia -aglutinar al electorado que los populares denominan “constitucionalista”- ya fue ensayada en Navarra en las pasadas autonómicas, con el concurso de UPN. Se reforzó mediante pactos de gobierno en Andalucía, Murcia y Madrid -Vox mediante- y, el pasado mes de agosto, el PP registró la marca España Suma en plena negociación de investidura de Pedro Sánchez y antes de la repetición electoral del 10-N.
Ahora, con las elecciones vascas y gallegas convocadas, pendientes de fecha las catalanas, el PP ha vuelto al ataque aprovechando la debilidad de C’s y tratando de contrarrestar los daños derivados de Vox.
En Galicia la estrategia fue abortada por el candidato del PP a la Xunta, Núñez Feijóo. En el País Vasco, la renuencia de Alonso a un acuerdo con C’s impuesto desde Madrid ha sido la excusa para su defenestración. La diferencia de trato es que Feijóo lleva varias mayorías absolutas a sus espaldas y Casado no se atreve a toserle, mientras la hoja de servicios electorales de Alonso es más bien magra en resultados para el PP.
En la Comunidad Valenciana las relaciones parlamentarias entre PP y C’s han experimentado una leve mejoría en lo que llevamos de nueva legislatura. Segunda y tercera fuerza, respectivamente, solo un escaño, a favor del PP, les distancia -19 a 18-, aunque está por verse que en una futura contienda electoral autonómica los de Toni Cantó mantengan el empuje exhibido en las autonómicas del pasado año, antes de la debacle sufrida por las siglas C’s en las últimas generales.
Barcala y Mazón, con la complicidad de la dirección nacional, trabajan el asalto alicantino a las estructuras de poder del PPCV. De sus gestos y declaraciones se desprende la seguridad de quienes se sienten respaldados por la cúpula de la calle Génova y solo esperan el momento oportuno -las próximas citas congresuales- para asestar el golpe definitivo y desterrar a Isabel Bonig y su equipo al rincón de material político para la investigación histórica.
¿Son conscientes Bonig y su séquito de que en otros despachos se empiezan a mover las piezas para su relevo? Seguro que sí. Pero también saben, por experiencia, que vivimos tiempos de incertidumbre. Tampoco Casado se puede poner muchos galones electorales. A ver cómo se resuelven las próximas citas con las urnas. No descartemos que si el saldo es negativo empiecen a alzarse voces cuestionando las estrategias de Casado y su liderazgo. García Margallo, con motivo de la reciente presentación de su libro Memorias Heterodoxas de un político de extremo centro (Península), soltó una frase lapidaria: “Casado no ganó las primarias. Habríamos votado a cualquiera que no fuese Soraya”.
Si Pablo Casado cae en desgracia y el PP se moviliza en pos de un nuevo liderazgo, Bonig aún tiene la posibilidad de acertar en sus apoyos. Con Casado erró, y hay errores que nunca se perdonan.
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