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Ram, el falso agente secreto de la embajada de Estados Unidos en Madrid

La fiscalía pide tres años de prisión para un boliviano nacionalizado en España que urdió una presunta estafa en 2017: un contrato de seguridad para la base militar de Rota

Manuel Viejo

Hay funcionarios. Y funcionarios. Hay oposiciones. Y oposiciones. Y luego hay casos como el de Jesús Ramón Coello, de 63 años, que ni es funcionario ni ha aprobado ninguna oposición, pero se hacía pasar por ello en la embajada de Estados Unidos de Madrid.

— Me llaman Ram.

Así se presentaba a su entorno más cercano. Ram, hombre corpulento, con cierto sobrepeso, no muy alto, sin barba, calvo y de 63 años, se apuntó un día a uno de los gimnasios más elitistas de la capital. No era un local cualquiera. A pocos metros de la embajada norteamericana de la calle Serrano, acuden día sí y día también exministros y grandes empresarios a coger mancuernas. Ram alcanzó una gran popularidad: hizo migas con casi todos.

 Una mañana de enero de 2013, entre ejercicios y ejercicios, Ram conoció a Francisco Arroyo. Un señor madrileño de 74 años, educado, trajeado, casado y con dos hijos, que codirigía una gran empresa de seguridad privada en Madrid. Los dos establecieron el sábado como el día perfecto para tomar un vermú tras los ejercicios físicos matutinos. Las copitas de vino derivaron en una amistad casi fraternal. Y en una supuesta estafa urdida por Ram que, haciéndose pasar por un funcionario de la embajada, convenció a su íntimo amigo para que presentara un proyecto de seguridad privada para las bases militares que Estados Unidos tenía en Rota. ¿La razón? El contrato se lo iban a dar sí o sí gracias a sus contactos y a unas pequeñas comisiones que acabaron sumando casi 200.000 euros. “Si todo va bien, ganarás ocho millones de euros”. La fiscalía, que pide tres años de prisión, fue directa al grano.

 —¿Conocía usted a alguien de la CIA o del FBI?

— No, hombre. He conocido a gente que iba a hacer ejercicios, como fiscales y jueces.

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Ram dice que nunca ha trabajado por sus propios medios. Que es ingeniero. Que sus ingresos vienen de su suegra, una exdirectora del Banco Santander. “Todo esto es falso. Es una gran mentira y el abogado de Paco Arroyo —al que apuntó con el dedo índice iracundo— lo sabe".

— No grite. En esta sala no se grita-inquirió el juez.

— Soy sordo de un oído.

— Pero nosotros no.

Arroyo dijo que Ram lo cegó. Que estaba plenamente convencido de que trabajaba para la embajada. “Me dijo que para que nos dieran el contrato tenía que crear otra compañía porque en el FBI se hacía así”. Y que Ram empezó a pedirle conceptos. Que si pagos para abogados, para una corte, para un tal Patterson. “Miles de euros”.

Arroyo no ha aportado ningún documento que justificara estos pagos. “Él me dijo que había que mandar también un bolso de Gucci para una tal Dorothy, un jamón y colonia para la embajada. Sobre todo colonias”. No comprobó que trabajaba en la embajada por una sencilla razón: “¡Hablaba con los funcionarios de la embajada en el gimnasio!”. Que Ram se enteraba de todo antes que nadie. “Cuando intervinieron Banco Madrid me llamó a las 7.00 de la mañana para contármelo”. Que llevaba siempre un portafolio con el anagrama del FBI. “Era lógico pensar que trabajaba ahí”.

Como el tiempo pasaba y el contrato con Rota no llegaba, Ram argumentó que lo estaban investigando por los pagos que estaba recibiendo de Arroyo. “Me dijo que firmara unos documentos poniendo que yo no le había entregado ninguna cantidad”. Y eso hizo. 

Unos meses antes, para montar la empresa de seguridad, Arroyo se puso en contacto con unos amigos policiales. “Para el contrato hacían falta cinco grandes nombres”. Y pensó en su amigo Eugenio Chacón, exmiembro de los servicios de seguridad de Felipe González en los años 80, que acudió como testigo. “Ram sabía inglés y mucho de política internacional”. Semanas después, ya no quería saber nada del asunto de Rota: "Pero yo no soy enemigo de ninguno", advirtió.

Antonio Bertomeu, exjefe de seguridad de Renfe, era otro fichaje estrella de Arroyo para proteger las bases de Rota. Conoció a Ram durante una cena. “Me entregó una camiseta del Air Force One con mucha solemnidad”. Bertomeu, que tenía contactos con militares andaluces, preguntó si esto del contrato era cierto. No había nada. El último testigo habló incluso de un engaño de Ram a su hijo. “¿Quieres que vaya al FBI?”, preguntó Ram al inspector Julio Camino. “Puedo conseguir una beca”. A los pocos días, Camino firmó unos documentos falsos del FBI.

Ninguno de ellos denunció a Ram. La denuncia la puso María Teresa, la mujer de Arroyo de 67 años que, tras ir al banco, se encontró con cero euros en la cuenta. “Le dije: ‘Chati, ¿qué ha pasado?‘. Me lo contó y aun así seguía creyendo a Ram. Yo no. Yo me presenté en comisaría y, sin saber poner una denuncia, lo denuncié”. Ram, que tiene 51 antecedentes por estafa, pidió una última palabra.

— Si la gente empatiza conmigo no es por ser un asaltante, sino porque soy un ser humano. 

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Sobre la firma

Manuel Viejo
Es de la hermosa ciudad de Plasencia (Cáceres). Cubre la información política de Madrid para la sección de Local del periódico. En EL PAÍS firma reportajes y crónicas desde 2014.

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