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Un paseo galdosiano

Sobre un mapa de la capital de 1873 los autores de Aventuras Literarias localizan lugares públicos, comercios, establecimientos y calles donde transcurren las novelas del novelista español

Plano del Madrid de Benito Pérez Galdós, elaborado por el equipo de Aventuras Literarias.
Plano del Madrid de Benito Pérez Galdós, elaborado por el equipo de Aventuras Literarias.

El centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós ha vuelto a poner de actualidad al autor, uno de los más prolíficos de todos los tiempos y que, sin embargo, parecía ausente del panorama editorial nacional. Son escasas las ediciones recientes de su obra, sobre todo, si se hace un paralelismo con las existentes en Reino Unido o Francia de coetáneos suyos como Dickens o Víctor Hugo. En Aventuras Literarias ya habíamos publicado varios trabajos de autores extranjeros y cuando decidimos editar nuestro primer clásico en lengua castellana, tuvimos claro que el autor sería Galdós. Así que en la primavera de 2016 llegó Madrid en las novelas de Benito Pérez Galdós, un proyecto editorial basado en un mapa de Madrid de 1873 sobre el que se sitúan más de 150 lugares de su obra. Por fortuna, cuatro años después, está en su sexta edición y más de actualidad que nunca.

Pero, ¿qué es exactamente un mapa literario? Nos gusta definirlo como una experiencia lectora, una forma diferente de adentrarse en la lectura de los clásicos en la que los espacios donde se sitúa la trama cobran un papel fundamental. La ciudad como un ente vivo, Madrid como un personaje más que a veces es "un encanto, abierto bazar, exposición de alegrías y amenidades sin cuento", como en La desheredada, pero otras es una villa "destartalada, sucia, incómoda, desapacible y obscura", como en La Fontana de oro.

Pero Madrid en las novelas de Benito Pérez Galdós no es solo un bonito mapa de papel, la edición incluye también las novelas en eBook y un mapa interactivo para ver cómo era ese Madrid de finales del XIX que tan bien describe Galdós. Así que es tan sencillo como elegir una de sus novelas y comenzar a navegar por el mapa interactivo. Se podrán ver imágenes de época de todos los lugares, recorrer las calles y las plazas que se mencionan, visitar los comercios, asistir al teatro o hacer un alto en alguno de los cafés. Nuestro propósito es que sean las palabras del autor quienes guíen su recorrido por la ciudad.

Contaba en sus memorias, irónicamente tituladas Memorias de un desmemoriado que, cuando llegó a Madrid desde su Canarias natal para cursar estudios de Derecho, "ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital". No tardó demasiado en cambiar las aulas de la facultad por los cafés y se convirtió en un asiduo a las tertulias literarias del Universal, del Fornos o de la Iberia. A sus personajes tampoco les resultan ajenos, para muestra este extracto de Fortunata y Jacinta: "Quien se hubiera tomado el trabajo de seguir los pasos de Rubín desde el 69 al 74, le habría visto parroquiano del café de San Antonio en la Corredera de San Pablo, después del Suizo Nuevo, luego de Platerías, del Siglo y de Levante; le vería, en cierta ocasión, prefiriendo los cafés cantantes y en otra abominando de ellos; concurriendo al de Gallo o al de la Concepción Jerónima cuando quería hacerse el invisible, y por fin, sentar sus reales en uno de los más concurridos y bulliciosos de la Puerta del Sol".

Por aquel entonces también frecuentaba los teatros, sobre todo el Real. En El Doctor Centeno describe la primera visita al coliseo de su joven protagonista, Felipe, que acaba de llegar a la capital para estudiar medicina. Quizá, la reacción de Galdós cuando acudió por primera vez a una representación en la capital no distara mucho de la de su personaje, que "se quedó medio atontado ante lo que veía y oía, cual si estuviera en un mundo distinto del que habitamos. Cosas y personas se le representaban agigantadas y sublimadas por ignorado poder de hechicería. Aquello no era natural, aquello era sueño, ocio de los sentidos y mentira del alma".

Pero no solo de cafés y teatros se nutría la obra de Galdós, los comercios y mercados tienen también su propio espacio. Las pañerías y los establecimientos de ropa blanca están magistralmente retratados en Fortunata y Jacinta y Rosalía la de Bringas no duda en pavonearse en Tormento de las bondades de su nueva residencia en la Costanilla de los Ángeles, ya que tiene "todo tan a la mano... Debajo la carnicería; al lado ultramarinos; a dos pasos puesto de pescado; en la plazuela botica, confitería, molino de chocolate, casa de vacas, tienda de sedas, droguería, en fin, con decir que todo...".

Pero si hubiera que elegir un solo lugar de Madrid vinculado a la figura del autor, sin duda sería el Ateneo, instalado por aquel entonces en un caserón de la calle Montera. En la conferencia Crónica de Madrid le dedica unas emotivas palabras: "Es mi Ateneo, mi cuna literaria, el ambiente fecundo donde germinaron y crecieron modestamente las pobres flores que sembró en mi alma la ambición juvenil".

En definitiva, pocos escritores han estado tan ligados a Madrid como Benito Pérez Galdós, que ha hecho de la ciudad un género literario en sí mismo. Pero, ¿qué ha sido de ese Madrid galdosiano? Poco o nada queda ya de él. La ciudad se transforma a un ritmo vertiginoso y con el nuevo siglo, el Madrid del cocido, los mercados y los patios de vecindad, dio paso al Madrid de los bohemios, las melenas y los sombreros de alas planas. Pero, como diría Kipling, eso es otra historia.

El equipo de Aventuras literarias está formado por Mónica Vacas y Daniel Castillo. Procedentes de mundos profesionales bastante lejanos a la edición (una economista y un ingeniero), investigan desde hace cinco años la relación entre literatura y geografía, creando y editando mapas literarios. Más información en www.aventurasliterarias.com

“Aldeota indecente”

Decía Galdós en Fortunata y Jacinta que "esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada. Porque Madrid no tenía de metrópoli más que el nombre y la vanidad ridícula".
Cuando el equipo de Aventuras diseña uno de los mapas literarios, el primer paso es encontrar el mapa de época más adecuado, evidentemente, aquel más cercano al año en que transcurre la trama. Pero también aquel cuya estética e historia se acerque más a la trama que se pretende retratar. No siempre es fácil, dependiendo de la ciudad existe más o menos cartografía disponible y no siempre estéticamente atractiva. Normalmente, se parte del mapa más próximo y a partir de él, según las necesidades, se trazan los espacios que aún no estaban urbanizados o se cambian los ya existentes.
En el caso del Madrid galdosiano, los límites de la ciudad estaban marcados por la glorieta de Cuatro Caminos al norte, la estación de Delicias al sur, el Parque de Madrid al este y el Palacio Real al oeste. Un Madrid que aunque ahora parezca pequeño, en realidad no lo era tanto y que estaba muy bien representado en un mapa histórico del año 1883 trazado por Emilio Valverde. A partir del mapa original, comienza un importante trabajo de limpieza, coloreado e intervención para convertirlo en el mapa de Galdós, situando una amplia selección de los lugares citados en su obra. Para ilustrar el reverso de los mapas se buscaron elementos gráficos que ayuden a contextualizar la obra y el autor. En este caso se eligió una vista de pájaro de la ciudad en la que se aprecia muy bien como era ese Madrid de fines del XIX.
Si se compara la "aldeota" de Galdós con mapas de otras ciudades, se puede apreciar notables diferencias. La más evidente surge de la comparación con la Vetusta de Clarín, una ciudad ficticia (aunque claramente inspirada en Oviedo). En este caso el proceso es bastante más complejo, obviamente no existe cartografía de Vetusta, así se buscó un mapa de Oviedo de 1884 para transformarlo en la ciudad que Clarín retrató en La Regenta. Si se hace una comparación del tamaño de ambas ciudades, Madrid ganaba con soltura a Oviedo, que contaba en el mismo año con 11.564 vecinos frente a los más de 500.000 de la capital.
Si, por el contrario, se compara con Londres, uno se puede dar perfecta cuenta de que cuando Galdós se refería a Madrid como aldeota no le faltaba algo de razón, la ciudad victoriana rozaba los seis millones de habitantes en 1891. En esa época está datado el mapa sobre Sherlock Holmes, un Londres denso y oscuro que refleja a la perfección el hacinamiento e insalubridad sobrevenido por un crecimiento desmesurado fruto de la revolución industrial. Poco tiene que ver con el Londres verde y apacible que se describe en las novelas de Jane Austen.
Si se comparan las distintas cartografías se pueden extraer algunas reflexiones. Al colocar las localizaciones sobre un mapa se visualiza una información relevante que subyace en lo que el autor cuenta. En Galdós se ve un Madrid global, las localizaciones se extienden por todo el mapa y son fácilmente agrupables en categorías. La Iglesia, los cafés y el comercio están fuertemente representadas, un Madrid a pie de calle, popular y del día a día. Algo parecido ocurre en La Regenta, pero en esa ciudad de provincias retratada a través de la burguesía la Iglesia cobra aún más protagonismo. La clase alta también es la protagonista del Londres de Jane Austen, con una concentración inusual de localizaciones en la acomodada zona de Mayfair. Y si se avanza un poco en el tiempo, sin moverse de ciudad, se observa cómo desde la óptica de Sherlock Holmes las localizaciones se agrupan en los alrededores de Whithehall y Strand, donde se concentraban las sedes del poder político, la policía y la prensa del Londres victoriano.
Otras experiencias han permitido trabajar esta comparación entre ciudades y literatura, como ha sido el caso del Nueva York y de Granada en tiempos de Federico García Lorca, o la capital lisboeta en tiempos de Fernando Pessoa.

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