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CRÓNICA PARLAMENTARIA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Pies de plomo

Que la reacción de los partidos tras el anuncio del Segundo Grado para los presos haya sido con el freno puesto no presupone que en otros ámbitos del independentismo se vaya a actuar igual

Manel Lucas Giralt
Sesión de control este miércoles en el Parlament.
Sesión de control este miércoles en el Parlament.Massimiliano Minocri (EL PAÍS)

Josep Costa es vicepresidente del Parlament por Junts per Catalunya, jurista, profesor de Teoría Política y representante del carlismo —de Carles Puigdemont— más rocoso —NO de Miquel Roca—. Por poner un ejemplo reciente que justifique mi afirmación, el martes aseguró que Catalunya “no tiene autonomía propiamente dicha. Tiene, si acaso, competencias delegadas por el Estado”. O sea, liquidó el Estatut en menos tiempo que dura vivo un personaje de Juego de Tronos. Por no hablar de las peloteras que ha tenido a lo largo de la legislatura con el presidente del Parlament, Roger Torrent. Que es de Esquerra, es decir, un lamentable liquidacionista a ojos de los que piensan como Costa.

Por eso, al verle salir hoy al Salón de Pasos Perdidos —jamás como en estos tiempos esa denominación fue tan real— para comentar la asignación del Segundo Grado a los presos del procés, temí un ejercicio más de retórica épica contra la vesania del sistema penitenciario.

Pues no. Apareció un Costa contenido, que lamentaba —por supuesto, sólo hubiera faltado— que no se aplicara el Tercer Grado, pero sin aspavientos, y que dejaba en manos de los propios presos los próximos pasos a ejercer.

No se sorprendan: ese Costa con silenciador era una prueba entre otras muchas de que el independentismo institucional anda estos días con pies de plomo. No olvidemos que la clasificación de los presos la ha decidido un organismo dependiente del Departament de Justícia de la Generalitat. Un área en manos de Esquerra. Por cierto, en el mismo instante en que los partidos opinaban ante la prensa, a la salida del hemiciclo conversaban muy serios la consellera del ramo, Ester Capella, con el líder de facto de ERC, Pere Aragonès.

Que andan todos con pies de plomo lo evidencia también la retirada del pleno de un punto del orden del día en el que Junts per Catalunya insistía con la autodeterminación. Porque una cosa es que Quim Torra y el portavoz republicano Sergi Sabrià se hayan lanzado indirectas en la sesión de control, y otra forzar a Esquerra a votar algo que pueda congelar esas sonrisas que lucen en las fotos los negociadores de la investidura, los tres del PSOE y los tres de ERC. A cambio del favor, estos últimos cederán un senador a los ex/neo/post convergentes para que puedan formar grupo.

Que la reacción de los partidos tras el anuncio del Segundo Grado para los presos haya sido con el freno puesto no presupone que en otros ámbitos del independentismo se vaya a actuar igual. La expectativa de que Junqueras, Forn, Forcadell y los demás se pasen la Navidad en la cárcel puede dar más alas al bloqueo del Camp Nou, el próximo mandamiento de Tsunami Democràtic. Digo “mandamiento” porque este ente es lo más parecido a Dios: se le sigue por la fe, se le cree sin verlo y se le supone omnisciencia. Aunque no sé por qué me sorprendo, si Quim Torra fue a rezar por los presos a Montserrat, y su último referente, el teórico de la desobediencia civil Paul Engler, dirige una fundación católica en Los Angeles (USA). Visto así, creo que el president debería aceptar la oferta de cenar juntos en Nochebuena que le ha hecho Alejandro Fernández (PP), otro cristiano reconocido.

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