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Los “sobrinos de Picasso” en la Bienal de Venecia de 1958

La Galería Mayoral rememora el punto de inflexión que supuso para los creadores españoles la participación en esta feria de arte

José Ángel Montañés
'Hierros de temblor III', de Eduardo Chillida, junto a la imagen de las demás obras del escultor en 1958.
'Hierros de temblor III', de Eduardo Chillida, junto a la imagen de las demás obras del escultor en 1958. Juan Barbosa

“Voy a hablarle de un asunto estrictamente confidencial, reservado y particular porque aun no hay nada oficial. Me refiero a la próxima Bienal de Venecia. Me han llamado en el Ministerio y les he hecho un informe de cómo yo creo que se debe ir. Ya puede usted imaginarlo: pocos, pero bien avenidos… No soy partidario del batiburrillo tradicional hecho hasta ahora en Venecia por España. Y pienso en usted”, escribió Luis González Robles a Antoni Tàpies el 30 de enero de 1958, seis meses antes de la celebración de la Bienal. González era una rara avis en la dictadura franquista. Vinculado con la Dirección General de Bienes Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, estaba empeñado en dar a conocer fuera de España a los jóvenes valores artísticos de vanguardia. Lo había hecho en la Bienal de Alejandría de 1955 y en la de Sao Paulo de 1957, donde muchos de los artistas acabaron premiados, y ahora quería repetir en la de Venecia. Y lo consiguió.

Los pocos y bien avenidos 19 artistas que viajaron a la ciudad de los canales era un selecto grupo encabezados por Eduardo Chillida, Rafael Canogar, Manolo Millares, Antonio Saura, Luis Feito, Modest Cuixart, Joan Josep Tharrats, Manuel Rivera y, como no, Antoni Tàpies. A casi todos, su participación en el pabellón español de esta Bienal les cambió la vida y consiguieron, además de premios, poder exponer fuera de España, sobre todo en museos como el MoMA y el Guggenheim de Nueva York y la Tate Gallery de Londres.

'Salvatierra', la obra de Saura, junto con la imagen de otra de las pinturas de la serie 'Damas' que se pudieron ver en Venecia.
'Salvatierra', la obra de Saura, junto con la imagen de otra de las pinturas de la serie 'Damas' que se pudieron ver en Venecia.Juan Barbosa
'Pintura marró i ocre' de Tàpies, al comienzo de la exposición.
'Pintura marró i ocre' de Tàpies, al comienzo de la exposición.Juan Barbosa

Más de 60 años después, la Galería Mayoral de Barcelona recuerda esta muestra con la exposición Venecia 1958 en la que ha conseguido reunir una docena de las 162 piezas que pudieron verse allí, ahora en manos de importantes colecciones nacionales e internacionales. La exposición (hasta el 4 de diciembre) cierra la celebración de los 30 años de esta galería barcelonesa.

“Hace casi dos años nos propusimos realizar una relectura de lo que supuso aquel evento artístico para analizar la gran relevancia que tuvo en el reconocimiento internacional del arte español de posguerra, que tuvo lugar en un momento en el que el régimen franquista estaba muy interesado en mostrar una imagen de modernidad”, explica Jordi Mayoral junto al enorme Salvatierra, pintado por Saura en 1957, situado al lado de una fotografía en el que aparece junto a una media docena de obras suyas de la serie Damas, tal y como se vieron en Venecia. Enfrente, Hierros de temblor III, de Eduardo Chillida, envuelta del resto de sus hermanas, en una enorme foto de Giacomelli, situadas a la entrada del pabellón. Antes de llegar a esta zona de la galería ya se han podido ver tres de las típicas arpilleras de Manolo Millares, una composición sobre tela con mallas metálicas de Manuel Rivera y, sobre todo, tres impresionantes obras de un intenso color marrón oscuro, casi negro, de Antoni Tàpies, que reciben al visitante. Una de ellas, Marró negrós, llegada desde la mismísima colección Carmen Thyssen. Una de las otras dos obras del pintor matérico, propiedad de la galería, es la única que se vende.

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“Se ha hablado de la importancia del pabellón republicano de París en 1937, donde se vio el Guernica de Picasso y obras de Miró y Calder, pero la importancia de Venecia no fue menor, porque fue un momento clave para el arte español de la segunda mitad del siglo XX”, subraya Mayoral, que destacó el papel jugado por el comisario González Robles al escoger una serie de obras y de artistas que enlazaban claramente con las tendencias artísticas que triunfaban, como el informalismo. “Se consiguió dar una imagen de modernidad del arte español y una gran difusión de los jóvenes artistas que habían apostado por la abstracción y la vanguardia”.

'Estructura espacial', de Manuel Rivera. Al fondo, tres piezas más que estaban en el pabellón de Venecia 1958.
'Estructura espacial', de Manuel Rivera. Al fondo, tres piezas más que estaban en el pabellón de Venecia 1958.Juan Barbosa

La exposición permite ver recortes de prensa donde se celebró el triunfo, aunque en otras se calificó la selección de “moda aberrante”. En la prensa internacional se habló de “sorpresa” y críticos como el italiano Marco Valsecchi incluso dijo: “Estos artistas son los verdaderos sobrinos de Picasso”.

Algunos de los artistas, al sentirse utilizados por el régimen, decidieron no participar nunca más en exposiciones organizadas por la dictadura. Entre ellos, Tàpies, que no dudó en decir que se había sentido utilizado. González Robles se defendió diciendo que su elección no “vino de arriba”, sino que fue por criterios estéticos.

Espléndido catálogo de investigación

J. Á. M.

La exposición cuenta con un magnífico catálogo que une las piezas con las imágenes de 1958 y los recortes de prensa. También cuenta con la aportación de María Dolores Jiménez-Blanco que analiza los motivos, no solo artísticos, que hicieron que el pabellón se convirtiera en un hito del arte español. Por su parte, Vicenç Altaió entrevista a Pere Portabella amigo de muchos de estos artistas y que deja claro que arte y política van juntos. En la presentación, Altaió no dudó a calificar la labor de la galería de “digna de museo y de la Academia”.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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