La ANC pierde influencia política ante la división de los partidos independentistas
La entidad independentista ha obtenido victorias en otros campos de presión, como la presidencia de la Cámara de Comercio
El próximo 11 de septiembre se cumplen cinco años del “President, posi les urnes” con el que Carme Forcadell, entonces presidenta de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), exigió al president Artur Mas que organizase la consulta independentista del 9-N. Fue una muestra del poder de la entidad en la política catalana; un peso que se mantuvo durante el procés y el 1-O pero que ahora, ante la división de los partidos independentistas, se ha diluido. La ANC ha fracasado al intentar impedir el pacto entre los socialistas y Junts per Catalunya en la Diputación de Barcelona.
La entidad independentista, acostumbrada a susurrar al oído de los partidos secesionistas, ha pasado ahora a protestar en la puerta de sus sedes. La Assemblea riñó a Junts per Catalunya —la coalición en la que están el PDeCAT y el entorno del expresidente Carles Puigdemont, huido de la justicia española en Bélgica— por pactar con “los carceleros del 155” del PSC el gobierno provincial barcelonés hace dos semanas. La lucha por el poder local entre republicanos y neoconvergentes hizo imposible deshacer el pacto. El malestar fue tan grande que Elisenda Paluzie, la presidenta de la ANC, publicó una carta en todos los digitales catalanes criticando “el retorno al partidismo y a la vieja política de carácter autonómico”.
El fracaso al impedir el acuerdo —que acabó con la política de bloques que ha dominado la política catalana desde que comenzó el procés— fue un golpe doble para la ANC. Primero porque demuestra que su capacidad de influir en los partidos está en horas bajas. Y segundo porque la capacidad de movilización ciudadana, su mayor herramienta de presión, también está en entredicho. En las protestas contra el pacto de la Diputación a duras penas logró reunir unas 200 personas.
La respuesta a la sentencia, el próximo reto
La respuesta ciudadana y política a la sentencia del juicio al procés, aún sin fecha, es una de las grandes incógnitas que marcará la vida política de los próximos meses. Dentro del independentismo está instalada la idea de que la sentencia ya está escrita. La situación de los políticos en prisión preventiva, algunos desde hace 643 días, es quizá uno de los únicos factores que mantiene unido al secesionismo catalán.
La ANC, fundada en marzo de 2014, jugará un papel clave en esa respuesta. La entidad acepta que no tener afectados por los procesos judiciales hace que tengan una visión distinta y que ha obligado a “aprender colectivamente” a “luchar bajo la represión”.
Desde hace semanas, el president Quim Torra realiza una ronda de contactos con entidades y partidos para lograr un acuerdo sobre cuál debe ser la respuesta a la sentencia. La propuesta de la Assemblea fue clara: "La mejor respuesta es hacer la independencia, pero esta vez no podemos fallar", dijo Paluzie el pasado 4 de junio. Un postulado que, por ejemplo, no encaja con la idea de ERC de hacer crecer la base social del independentismo y que enfrentaría las posiciones que viven en Junts per Catalunya.
El pasado martes, al margen de los cargos del Govern, solo unas pocas personas acompañaron al consejero de Interior Miquel Buch a declarar ante la justicia por la supuesta cesión de locales para el 1-O. La ANC puntualiza que no hizo una convocatoria formal. Es cierto que el apoyo popular varía en cada caso en función de la popularidad del investigado; pero incluso la comitiva que esperaba al presidente Quim Torra el día que se presentó al tribunal —para responder por un delito de desobediencia por negarse a retirar lazos amarillos de la Generalitat— fue exigua en comparación con otros meses.
Las cifras oficiales de la entidad, sin embargo, dibujan un paisaje distinto. Según sus últimos datos, de abril pasado, la entidad cuenta con 47.600 asociados, un 20% más que hace un año. Nadie duda que, más allá del baile de cifras, la manifestación por la Diada que la entidad organiza cada año volverá a ser multitudinaria y que miles de personas se acercarán a la plaza de España de la capital catalana, bajo un llamamiento a la unidad de las formaciones independentistas.
Elecciones en la Cámara
“El problema es la desorientación de los partidos”, asegura Paluzie en conversación telefónica. Ella cree que sin esa unidad la labor de la Assemblea también se ve limitada. La economista repite el argumento que defendió en la carta, en la que aboga por mantener la presión sobre los partidos pero sin ahondar en la división que nadie puede negar entre Junts per Catalunya, ERC y la CUP. “La lección del 1-O fue que cuando sociedad civil, Govern y Parlament trabajamos juntos es cuando más hemos avanzado hacia la independencia”, explica. Y recuerda que el divorcio comenzó el 27 de octubre de 2017, con la fallida declaración de independencia “que pocos creían y que no hubo esfuerzos para hacerla efectiva”.
Su queja, sin embargo, ha tenido poco efecto sobre los dos partidos independentistas mayoritarios, inmersos en su lucha por el poder y con tintes preelectorales. La última, a raíz de cuál debería ser el posicionamiento respecto a la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. En ese punto la ANC defiende que se utilice la minoría de bloqueo como herramienta de negociación y se vote no si no hay un reconocimiento al derecho de autodeterminación de Cataluña. Ni Junts ni ERC han comprado sin filtros esa tesis y están lejos de actuar coordinadamente en la votación del Congreso.
La ANC ha focalizado sus éxitos en la conquista de otros espacios, como la Cámara de Comercio de Barcelona. La entidad y su maquinaria ciudadana apoyaron la candidatura Eines de País que terminó dando la victoria al empresario independentista Joan Canadell. Un nuevo nivel de presión cuyos alcances aún se desconocen. Canadell, por ejemplo, ha bendecido la polémica campaña de la Assemblea de hacer una lista de empresas que apoyan la independencia y que ha sido rechazada por la patronal catalana.
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