El genio de Vox
Piden nombres del colectivo LGTBi, pero no parecen preocuparles las condenas por pederastia y las investigaciones que afectan a miembros de la Iglesia
Durante las recientes campañas electorales el líder de Vox, Santiago Abascal, pronunció en varias ocasiones una frase premonitoria: “El genio ha salido de la lámpara y ya no hay manera de volver a meterlo dentro”. Sus palabras eran una metáfora de lo que el dirigente ultra considera el gran éxito de su formación: posicionar en la agenda política temas que no figuraban en esta. Y no le falta razón. Independientemente del número de escaños alcanzado por Vox en las Cortes Generales y en los parlamentos autonómicos -muy alejados de las expectativas anunciadas por sucesivos sondeos preelectorales, contaminados, entendemos, por los resultados de las elecciones andaluzas -la victoria del partido de extrema derecha es triple.
Por un lado, haber accedido a las instituciones, usar estas como altavoz de sus mensajes -irradiados con fruición por los medios de comunicación-, y disfrutar de los notables recursos que las mismas proporcionan; en segundo lugar, efectivamente, Vox ha logrado que nos ocupemos de asuntos que parecían superados por el conjunto de la clase política española y de la mayoría social. Responde a posturas residuales cuestionar las acciones para combatir la violencia de género -un millar de mujeres asesinadas desde 2003-, o los pronunciamientos homófobos que tratan de criminalizar al colectivo LGTBi al extender sobre el conjunto de sus activistas sombras de sospecha. Por último, el tercer triunfo de VOX radica en su capacidad de veto: son irrelevantes para gobernar, pero no para condicionar la formación de gobiernos y sus políticas, como estamos viendo en Murcia y en Madrid.
No está mal para una formación que en las elecciones generales de 2016 debió conformarse con el 0,2 por ciento de los votos y 47.182 sufragios. En las del pasado mes de abril el porcentaje se disparó al 10,26 por cien y el saldo arrojó la cifra de 2,6 millones de votos. Cabría apuntar, quizás, un cuarto éxito: poner en jaque la jerarquía del centro derecha y contaminar los discursos del PP y Cs. El escritor británico Owen Jones -antaño gurú de Podemos- suele referirse en sus artículos a la llamada “ventana Overton”. Se trata de un concepto acuñado por la derecha estadounidense en honor a Joseph Overton -vicepresidente de un destacado think tank conservador -que describe lo que se considera políticamente razonable sin salirse del marco establecido. Vox defiende principios y plantea iniciativas que se salen de ese marco y, cada vez que lo hace, mueve la ventana. Lo hemos comprobado en las Cortes Valencianas las últimas semanas: han solicitado información sobre subvenciones a colectivos LGTBi, “en especial las destinadas a actividades en colegios y que afectan a nuestros niños”.
No parecen preocuparles, sin embargo, las condenas por pederastia y las investigaciones en curso que afectan a miembros de la Iglesia a la que se acogen. Emulando a sus homólogos andaluces, también han reclamado datos oficiales de “violencia intrafamiliar, de hombres, mujeres, niños y ancianos”. Por ignorancia o con todo el conocimiento, rehúsan hablar de violencia de género y encubren la misma tras una expresión -violencia intrafamiliar-que ha sido superada por todos los expertos en la materia. Cae del lado del resto de fuerzas políticas evitar que ideas ridículas y absurdas parezcan sensatas y razonables. El genio es difícil volver a introducirlo de dónde nunca debió salir, pero el reto radica en evitar que vaya anidando merced a otros discursos y decisiones que, lejos de generar expectativas positivas, conducen a los ciudadanos al cansancio y al cabreo. A la desesperanza.
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